En mi vida jamás había recordado mis sueños...
Hoy sin embargo, estabais los tres, cenando en algún lugar familiar que no logré reconocer. Conversábamos tranquilamente de las emociones de estos últimos tiempos, cada uno a su manera, en su terreno, rebosantes de vida, con los proyectos que nos ocupan y que nos convierten en felices conscientes; bah, quizas "felices" ya no sea un buen adjetivo: nos falta ya mucha inocencia para regalarnos ese calificativo. Quizás estusiasmados, quizás con todo nuestro afán en que las cosas salgan bien, quizás conocedores de que lo que nos traemos entre manos sólo puede salir bien ¡en ello nos va la vida! ¡Ay, sí, la vida! Esa cosa abstracta que sólo se vuelve carnosa, verdadera, indudable con las mejores y las peores noticias...
Mi parte como sabéis en este pedazo de presente tiene que ver con mi gran viaje. Tiene que ver con esta bicicleta y esta compañía. Tiene mucho que ver con los recuerdos en los que aparecemos juntos. Al contrario que uno de vosotros yo no "escribo para recordar lo que no he vivido" sino que escribo para recordar todo lo que vivimos, todos nuestros tropiezos, nuestras ternuras y nuestras osadías.
Ahora, en este momento me entero de que a nuestro amigo, que era igual que nosotros, ya sólo le queda el pasado. Me entero de que nadie sabe la causa de la muerte súbita y de que llevaba unos días cansado. Me quedo en silencio, me acuerdo de él y pienso que me gustaría estar allí, con vosotros. Como no es posible, sólo me quedó soñarlo.
Lo mismo nos pasará para siempre con P. Por eso, con la mentalidad de aquél niño de cuatro años, pienso y siento: como no va a ser posible volver a verte, te soñaremos.