miércoles, 28 de abril de 2010

Paisajes y conversaciones

Finalmente llegué a Suiza. Me encontraba cansado, terriblemente entumecido, con esa sensación de no tener claro si no había dormido nada o había dormido demasiado y el estómago disgustado después de las comidas de cafetería de autovía siempre bañadas en mayonesas de dudosa honorabilidad y bebidas gaseosas de todos los colores. Estuve tentado de meterme en el primer hotel, pero decidí dar una vuelta. La ciudad mostraba el mismo aspecto que todas las ciudades de Suiza que conozco; bien podría estar en Lausanne, en Ginebra, en Zurich o en Lucerna. No sentía un especial interés y estaba cansado por lo que decidí sentarme y pensar en mis últimas horas que al mismo tiempo eran mis primeras horas de viaje.

Me percate de que estaba contento y lo atribuí a la sensación de haber llegado a algún lugar. Si hubiera viajado en avión mis primeras pisadas hubieran carecido de contenido; sales del aeropuerto con el sentimiento de haber pasado unas horas en un puro trámite y que todo comienza en ese momento. Los kilómetros te curten, te muelen los huesos pero te regalan una experiencia. Te conceden paisajes que quizás nunca más vuelvas a ver y en ocasiones también conversaciones.

De todos los afectados por la nube de ceniza sólo había un rostro que mostraba placidez. Me senté a su lado y comenzamos a conversar. Me contó que tenía un miedo atroz a los aviones y que la cancelación del vuelo le había supuesto un gran alivio. Me explicó que antes no los temía. Una buena noche no sabe todavía por qué, en el momento ese exacto del sueño en que la mente empieza a liberarse del consciente, se despertó sobresaltada. Había pasado por su mente una imagen de un avión precipitándose pero no le dio excesiva importancia. Sin embargo día tras día el recuerdo fue haciéndose presente cada vez con mayor asiduidad. Cuando tuvo que coger un vuelo comprendió que ya no controlaba la angustia y sintió por primera vez la sequedad de boca de lija. Desde entonces cada viaje en avión es un suplicio y cada vuelo no realizado como si le regalaran la oportunidad de seguir viviendo.

Me dejó pensando. Yo me veía con mi mochila, mis pantalones recién comprados en una gran superficie y mi cuaderno prácticamente en blanco y sentía que el miedo era algo ajeno. En mi recién estrenada condición de viajero me sentía inexpugnable, íntegro, capaz de convertir cualquier contratiempo en una aventura, el riesgo en una anécdota, la enfermedad en un tributo...y así sigo pensando pues si no, no lo escribiría.

Mi idea es partir pronto hacia mi destino inicial. Iba a mirar billetes de avión porque es más rápido, pero no tengo prisa. Iba a comprarlo porque es menos incómodo, pero no tengo claro que la búsqueda de la comodidad sea uno de los atributos del viajero...

Habrán pues más paisajes y ¡ojalá! conversaciones.

martes, 27 de abril de 2010

lo que se dice un viaje

Nadie se esperaba el caos aéreo de hace diez días. Inmediatamente después del mortal accidente aéreo de la plana mayor de Polonia, un volcán islandés, Eyjafjalla, mancha los cielos europeos de cenizas y se activan todas las sensibilizadas alarmas.
Tambíen trastocó mis planes pero tengo que reconocer que, salvo desgracias personales, encuentro una particular satisfacción en que sucesos naturales varíen nuestra rígida agenda humana de aniversarios, cumpleaños, vuelos comprados con meses de antelación y cuartos de final de competiciones deportivas. Me alegra que llueva, haya erupciones e incluso terremotos imprevistos (aún). Me hacen sentirme parte de la Naturaleza y no un número de cliente o consumidor.
Por unos días no soy otro ente virtual indistinguible de tantos miles, y tengo que hacer a ras de tierra eso cientos de kilómetros que en condiciones normales (pero reconozcamos que normales en el sentido de “lógicas” no son) habría salvado en una suerte de anónima teletransportación vuelta a repetir de salas de espera. Ninguno de los que no tomamos aquellos vuelos supuso que íbamos a vivir esta odisea atravesando Europa, pero ahora, ya duchados, creo que estaremos contentos con la experiencia.
Conocimos los nombres de las personas que teníamos sentadas al lado, compartimos la comida, nos contamos nuestras vidas, alguno repartió ropa interior , limpia, a aquellos con maletas en los limbos aeroportuarios, cantamos canciones desconocidas a coro e intercambiamos mailes que quién sabe si lo mismo utilizaremos alguna vez. Vamos, lo que se dice un viaje.

lunes, 26 de abril de 2010

Cabría pensar que en mi nombre adquirido están cifradas las grandes historias de mi vida, pero he de advertir que no me gustan las obviedades. Creo más poderosa a la insinuación que a la ostentación. Cierto es que tengo algo de fantasio y de salado y de marino, sin duda. Pero aspiro a tener más rostros. Ocurre además que si mi nombre recogiera todos mis "yoes" -pasados, presentes y futuros- en vez de tener un nombre tendría una retahíla y, a ojos de los demás, en vez de una persona parecería un listín telefónico. Por ello confío en que el afán curioseador de mi lector sea capaz de rellenar con sus conjeturas los grandes espacios y tiempos que, al igual que en el caso de mi nombre, dejarán los retales de mis vivencias que periódicamente aparezcan en este blog.

domingo, 25 de abril de 2010

Mi verdadero Nombre

Fantasio Sal Marina es mi verdadero nombre, quizás no aquel que me pusieron al nacer pero sí ese por el que me conocen y me reconozco. Ese con el que me presento cuando alguién me pregunta o sin que me pregunte nadie.