sábado, 4 de abril de 2020

    Tú ya entonces algo veías venir, dedicación profesional. Pero de tan lejos que parecía más bien abstracto y teórico. “No me han pasado ni un protocolo” referiste con desgana cuando ya volvías a los nortes.

   En el mercado al medio día daba un sol de verano que tronaba por un botellín ineludible. Fue hace menos de 40 días. Cuarenta, ese número del que deriva la situación en la que estamos inmersos. No me refiero al confinamiento ni a la cuaresma, sino a las más de cuatro décadas que llevamos mirando el mundo… y la de cosas que están pasando. El mundo va a cambiar dicen y coincido, pero pocas veces ha dejado de hacerlo, el espejismo es heredado de la generación que nos precede, que en Europa occidental ha disfrutado de unos años inauditos de esa ansiada estabilidad.  Creo  que nuestra generación en España ha vivido hitos históricos, pero de lejos; la caída del muro o las torres gemelas se me ocurren, los Balcanes o Siria están ahí al lado, pero a fuerza de no querer mirar, y de que no quieran que miremos, pues finalmente no vemos. Hasta ahora, ahora sabemos que lo que pasa en China llega a tu casa más pronto o más tarde. Una de las cosas que se podrían aprender de esto.

   Aquel día,  hace apenas nada, compartimos mesa alta de 60X60 (distancia prohibida hoy entre desconocidos) con una intrépida italiana viajera. Y litronas como adolescentes en callejones apelotonados. Tenemos la fortuna de que ambos sabemos apreciar en su medida esos momentos, “a veces” nos olvidamos ¡¡¡claro!!!, pero  ¿Cuánto vale una chirigota callejera en las escaleras de Torre Tavira? Eso no tiene precio, ¡es suerte divina! No, es suerte humana, porque esa suerte es para el que la crea, cantando o escribiendo…, y para aquellos que la buscan y la reconocen cuando la tienen en sus narices. Hay una masa humana plural e ignorante que no lo ve y pretende arrastrarnos a todos, compuesta por individuos que sin embargo siempre están a tiempo de darle el valor necesario a las cosas importantes. Nosotros sabemos de ese valor, y nos reconocemos en eso por eso somos felices cuando nos reunimos sin mucho más que un abrazo y una sonrisa.

    Parece que hace mucho más tiempo de aquello, sí… a los individuos nos falta perspectiva, aunque las personas más inteligentes crean ver más allá es poca la diferencia en realidad de anticipación con la media de los demás.  El mundo va a cambiar, dicen, y claro que da vértigo, porque somos seres limitados. Pero ¿va a cambiar tanto en realidad? ¿No son nuestros sentimientos de ahora iguales a las que pudieron tener nuestros abuelos o ancestros de hace siglos? Nuestras condiciones de vida son mucho mejores, esta epidemia era la vida real y continua hace no tanto, como lo sigue siendo en gran parte del mundo, pero las vidas y las emociones de los que seguimos aquí no sé si son tan distintas.

Desde luego a nosotros no no nos hacía falta una pandemia mundial para priorizar lo importante, las personas y a belleza, en ese orden y en su mezcla necesaria. En algunos aspectos hallo más lógica y orden en estos días extraños que en lo que ha venido llamándose vida normal. En distinta medida todos hemos vivido perdiendo el foco de para qué estamos aquí, y seamos utópicos, ojalá esto sirva para aprender a centrarnos un poco más en lo que cada uno quiere y necesita. Pero recordemos, por muchos artículos sesudos y análisis a posteriori que vayamos leyendo, que cuando de nuevo estemos en Cádiz , o reunidos frente al fuego, o compartiendo una botella de vino, volveremos a sorprendernos de estos tiempos, nos parecerán tan increíbles como nos lo hubieran parecido hace 3 meses, ¡somos personas!¡¡sin perspectiva!! pero por eso mismo disfrutaremos de corazón cuando todos juntos inundemos las calles de nuestra alegría.


Un abrazo y mucho ánimo que ya queda menos.

lunes, 30 de marzo de 2020


¡Pinta, pequeña Arianna!¡Pinta!

Pinta desde ese espacio virgen donde las manos obedecen a la intuición, donde los discursos son a partes iguales ajenos y sospechosos, donde la visión precede a la mirada. Pinta desde ese tiempo donde uno solo puede saber lo que quiere pintar después de haberlo pintado.

¡Pinta, preciosa Arianna, pinta!

Pinta traduciendo el rumor de mis sinapsis a través de los susurros dulces y perfectamente buenos de tu madre.

¡Pinta, curiosa Arianna, pinta!


Pinta los cielos de Estambul en cada una de sus horas, yuxtapuestos y habítalos con el verde mestizo e importado de tu Méjico natal.


Pinta bajo un mismo trazo los minaretes de una mezquita, un obelisco romano, una iglesia cristiana y una composición religiosa de un mosaico bizantino. Y pinta, posado como un copo de nieve en un desierto, una milagrosa estrella de David del color de las babuchas de Rafael en su puesto del Gran Bazar.

¡Pinta, valiente Arianna, pinta!

Pinta el Bósforo con su azul insondable estrellándose contra la luz, contra el deslumbramiento, como si fueras una campesina mirando desde dentro de un cuadro de Turner el estrépito de nuestras vidas.

¡Pinta, atenta Arianna, pinta!

Pinta la orilla asiática sonrosada con sus peces aéreos ¿Acaso no se convierte uno en pez cuando pasea por una ciudad de 12 millones de habitantes sin saber adónde llegar?

¡Pinta, poderosa Arianna, pinta!

Pinta la retina del observador, saturada de vida, incrustada en tu lienzo, extranjera y cosanguínea al mismo tiempo, intentando contarle a cada una de las partes el misterio de lo que desconocen de ellas mismas mientras lo comparten.

¡Pinta, pequeña, preciosa, curiosa, valiente, atenta, poderosa Arianna!

¡Pinta!¡Pinta!¡Pinta!

miércoles, 25 de marzo de 2020

[Forzado a navegar con la mente y el espíritu]


Esta entrada no tiene imágenes ni está muy argumentada, ya lo haré en otro momento. Creo que como sociedad nos estamos portando razonablemente bien. Ha pasado el shock inicial, ahora nos queda solo el shock. Con una perspectiva incierta y el reverso tenebroso de cada uno asomando las orejas esperando para aparecer del todo; el egoísmo, el hartazgo, el miedo... Ahora es cuando hay que ser valiente de verdad.

Considerando que los que lean esto en ninguna medida son malas personas (no acopian mascarillas para enriquecerse, ni roban o aprovechan la cuarentena en su beneficio...) recordemos al enemigo común que siempre estuvo ahí y ante el cual todos somos igual de vulnerables.

No es el virus amigas y amigos, es LA ESTUPIDEZ, nos acecha en cada recodo y en estas extrañas circunstancias en las que la educación, los modales o las rutinas vitales bajan la guardia todos estamos expuestos a ella.

¡¡¡Cuidadín!!!

La puede sufrir el policía multando sin sentido o nosotros mismos , creyendo que engañamos a alguien y que salimos ganando algo si vamos a comprar dos veces en un día.

Siempre está ahí, ahora puede que se vea más y desde luego si caemos en ella, esta vez no tendremos las excusas habituales de la prisa y el que lo hacían "los otros" antes que yo. Reflexionemos , y cuidémonos todos de la estupidez ¡¡ahora y siempre!!.

Besos y abrazos!!!!!