miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Qué estoy haciendo?

Escribo periódicamente con caligrafía fantasiana. Lo hago a borbotones con la inconstancia que me caracteriza. Ya va un año y medio desde aquella presentación. Sé que alguien me ha leído desde Rusia, desde Francia y desde Singapur. Apenas unos comentarios de un tal FSM. Y sin embargo siento que esto tiene valor. Tan es así que no soy capaz de poner nombres. Tan es así que esta historia mía entre dos orillas está escrita desde el temor a perder la intimidad. Sé que la CIA tiene mis datos. Sé que no sirve de nada borrar un texto si encuentro que algo es improcedente. Sé que es necesario mantener una parcela de intimidad inexpugnable. Algo parecido a lo que ocurre con la pareja. Debes compartir casi todo. Pero lo que decidas no compartir debe estar a salvo de cualquier tentación de hacerse público. Es la única forma de preservar tu individualidad. En la red pasa lo mismo. Y como presiento que dentro de muchos años mucha gente aburrida leerá estos textos inconexos, prefiero no señalar; simplemente narrar desde la salada fantasía de un marino que de momento sigue en tierra.
PD: Me han recomendado que empiece por Maquiavelo...

martes, 29 de noviembre de 2011

La fogatilla de las vanidades

Volví de Toronto como quien vuelve de Neptuno. Salí de nuestra casa que no era nuestra casa y volví a nuestra casa que no es nuestra casa. Ya era día 18¡Menos mal que me di cuenta unos días antes de que la fecha de salida no coincidía con la fecha de llegada! Evité así ser un Phileas Fogg de suerte invertida.

Sin tener que ponernos dramáticos, el descubrimiento sí que devino en contratiempo pues tuve que coger un tren directamente desde el aeropuerto y, de esta forma, no pude subirme el coche que quedó solitario en los suburbios de la capital.

Llegué a las diez de la noche con el jet lag en todo lo alto gracias a la resaca del lormetazepam. Curioso el mundo de los hipnóticos: uno siente que vive en la realidad, que domina el presente hasta que pasan los días y se da cuenta de la usurpación del yo mismo, de cómo la impregnación química convierte lo recordado en una realidad muy distinta a lo verdadero. Todos las personas medicadas con psicotropos lo conocen...

Sábado por la mañana de vuelta al trabajo. Me fue imposible cambiar el turno ¡Qué difícil es pedir favores cuando uno no se siente útil! El segundo aterrizaje en la pista de la crispación fue suave, los primeros compases falsamente apacibles. Pronto llegó la obligación con su indiferencia por las circunstancias personales y me exigió respuestas, eficacia, solvencia...dudas, aplazamiento, zozobra: a veces los resultados opuestos sólo dependen del estado de confianza. Me salvo mi amiga L que atenta, conocedora, se percató de la situación y actuó generosamente. Siempre queremos separar nuestra vida emocional del trabajo, pero lo cierto es que tener un buen amigo en el trabajo puede salvarte de la quema.

El lunes de vuelta al curro. Comenzamos con reunión de grupo. El jefe plantea la necesidad de un cambio radical desoyendo a San Agustín; sí, es tiempo de tribulación y, al parecer, también de cambio. Pasa uno por uno por todos los miembros del colectivo, ensalzando y exigiendo, cal y arena, caricia y colleja...artera estrategia del exprimidor que ya no puede ni ocultar intenciones. He dicho todos, pero no es del todo cierto. A R le ignora. A mí me felicita por haber tomado la decisión de irme. El fracaso no puede ser un motivo de felicidad. Por ello creo que lo único que hizo fue proyectar su propia satisfacción en mi persona. No es novedoso, es el último paso del jíbaro que va reduciendo cabezas hasta lograr, como en este caso, el éxito rotundo y final de la invisibilidad. Se cerró el círculo: la autoestima profesional descansa en tu obra y en el reconocimiento de los iguales. Sin ambas no era más que un número. Y odio los números.

El martes quedé con mi familia política para cenar. Feliz reencuentro y la sempiterna disposición de mis suegros por ayudar.
- Coge mi coche mientras no te bajes el tuyo -me dijo C- Lo necesitas para el trabajo.
- Gracias C.

Lo dejó en doble fila y me dio las llaves. Simplemente lo tenía que aparcar. Me despedí de c conversando sobre el cambio automático y las dificultades para revolucionar el motor en los adelantamientos.
- No, definitivamente prefiero las marchas.

Arranqué, di la vuelta a la rotonda y me dispuse a aparcar. Enfilé el hueco en batería y aminoré la marcha. Sin embargo, el coche no terminaba de pararse. Confuso, mi cerebelo, no acertó a recordar el papel del embrague tras 3500 kilómetros por Quebec en coche automático y, fatídicamente, corrigió mi estrategia psicomotriz levantando el pie del freno y pisando el acelerador. Obviamente el bordillo fue una anécdota. No así lo fue la columna de los juzgados contra la que irremediablemente me estampé.

Retiré el vehículo comprobando con alivio que el motor arrancaba y, sobre todo, que nadie me había visto. Recogí los restos del parachoques y empecé a reírme. Luego se me quitaron las ganas de reír y ahora, que tengo que recoger el coche del taller, no tengo ni pizquita de ganas de hacerlo. Ni que decir tiene que no se lo he contado a nadie y que, de hacerlo, sólo lo haré a las mujeres de mi familia política pues creo que los hombres, por cariño que me tengan, nunca podrán dejar de verme como un hombre fallido si se enteran de esta historia.
Ya en la cama evoqué mi otro accidente. Recordé que la otra vez que choqué fue en unas circunstancias muy parecidas: una mezcla de inseguridad vital y de absurdo que me mostró que tocaba cambiar de raíl.

El jueves volví a trabajar. Esta vez no me equivoqué...creo.

El viernes de nuevo reunión de grupo. El jefe se explayó en la crítica a L y sus semejantes por su desidia y su orgullo.
- Por su bien, es necesario apretarles las tuercas.

Casi sin voz, casi sin rostro, casi sin historia dentro del grupo, me decidí a hablar. Junté toda mi memoria y toda mi honestidad para abjurar de aquél sanedrín hipócrita. Mi último rescoldo de dignidad fue interrumpido con la sequedad de un hueso que se parte:
- Vamos a dejar el tema porque no merece la pena discutir -me despachó.

Al salir de la reunión otro compañero, el más vil de todos, me reprendió por mi conducta. Entendí en qué lugar estaba. Cuando el último de la fila de la honradez se veía con fuerza para exhortarme a rectificar, cuando lo hizo con premeditada publicidad alzando la voz para que todos oyeran su reproche, cuando nadie se giró para mediar y ponernos a cada uno de nosotros en su sitio, en ese preciso momento, comprendí que ya no existía. Al menos en ese medio, en ese hábitat, en esa logia...

Luego me tocó trabajar. Lo hice sereno, mucho más tranquilo que en los días previos. Mi derrota ya había terminado. Tocaba volver a empezar. Llamé a Y, una antigua cliente, para preguntarle cómo estaba. Se alegró mucho de oírme. Sabía que iba a hacerlo. Por eso la llamé. Soy plenamente consciente de que, para empezar de nuevo, tendré que recurrir a los buenos sentimientos. A los tiernos e ingenuos buenos sentimientos que nos devuelven la cualidad de personas. La persona, la esencia de cada uno de nosotros. Nuestra última e inequívoca ración de verdad a la que nunca podemos renunciar. Y es por eso que el mero hecho de verla amenazada justifica por sí solo que juntemos todo nuestro presente para hacer una gran pira en la que quemar las vanidades y junto a ellas, como no, también, los resquemores.

Y con las cenizas recogidas recordar satisfechos a Leonard Cohen cuando dice:

" Poetry is just the evidence of life.
If your life is burning well,
poetry is just the ash"

domingo, 27 de noviembre de 2011

Formación política.

Otro pequeño detalle que me provoca curiosidad de algunos alemanes. Un amigo que ahora vive en Sevilla me dijo, al yo preguntarle por el 15 M y el movimiento de "los indignados"; "es interesante me parece bien...pero resulta increible la poca formación política que tienen". Otros que me he encontrado por aquí y allá me hablan con el mismo término "Hamburgo es importante para mi porque allí me formé políticamente" y comentarios similares...

A mi esto de la formación política me suena un poco a "Programar en Java" o "la dinámica de los mercados". Conceptos que están ahí y comprendes perfectamente por partes, pero que la gente utiliza atribuyéndole un significado que a mi se me escapa, más amplio y trascendente y en cierto modo cuantificado, se tiene o no se tiene, se sabe o no se sabe. Si se sabe, eres un "experto" y estás a otro nivel aunque seas incapaz de explicarle a los profanos en que consisten esos términos con los que se te llena la boca y sueltas en cada frase.

Pero volviendo al título ¿Cuál es la lista de libros que hay que leer para tener una formación política? ¿Cómo se hace eso?

jueves, 17 de noviembre de 2011

Multiculturalidad

De little Portugal a Cabbagetown. De Koreatown a Greektown. De Gerrard India Bazar al barrio de Roncesvalles donde asienta Little Poland. De Little Italy a Chinatown east. ¡Viva la multiculturalidad! Que viva sí pero...

- Si en Little Greek todos fueran multiculturales no habría restaurantes griegos. O los habría en igual número que los restaurantes eritreos.
- Si en Little Portugal todos fueran multiculturales, las señoras no vestirían traje de paño negro y mi pescadero de cabecera cambiaría el negocio por un bar de deportes.
- Si en Koreatown todos fueran multiculturales se impondría el alfabeto latino para que todos entendieran todo.

La multiculturalidad es asimétrica. Es la consecuencia de una convergencia entre dos grupos de personas: los desarraigados con dinero y los arraigados -en este caso- lejos de su patria. Sólo el esfuerzo de conservación de la entidad colectiva de los segundos permite mantener la atmósfera propia de su cultura. Solo su empecinamiento en no ser multiculturales permite que emerja el concepto de multiculturalidad. Los que viajamos sin creencias, sin folklores, sin miserias seculares en la mochila disfrutamos del mosaico de realidades, abrazamos la fe de la multiculturalidad y al miso tiempo la socavamos con nuestra ausencia de compromiso.

Lo pienso, lo repienso y no encuentro la solución a esta ecuación "Cuanto más multiculturales seamos, menos multiculturales seremos"

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La familia

Entró con un portazo como solía hacer. Se aseguró de sostener la puerta para que no vibrara y provocar un sonido seco y quedo que dejara bien a las claras quien mandaba. Dudo de sí mismo ¿me estaré haciendo viejo? Ciertamente llevaba un tiempo arrastrando la mirada por el presente en busca de señales. De poco habían servido los nuevos aires que le insufló el cambio de aspecto; los viejos temores siempre emergían como una realidad externa, incontrolable, salmodiada por voces tenebrosas y rudimentarias. Recordaba con nostalgia los tiempos en que ganaban batallas sólo con un gesto de desaprobación.

En la mesa del comedor esperaba todos los miembros de su familia. Su mujer, quizás su única y última aliada, siempre agradecida con la vida que le había regalado, le besó con frialdad. Incluso su relación de tantos años estaba siendo sacudida por los problemas. Sabían que no podían decirse las verdades, sabían que la debilidad sería la antesala de su decadencia o quizás sabían ya que la decadencia se retorcía perezosa en sus rostros y que lo único que les quedaba era disimular.

- Señor, bendice estos alimentos...

No había sino empezado y en la mesa los dos hijos mayores ya estaban comiendo con insolente ensimismamiento los trozos de pollo del cocido.

- Por favor, comportaos -rogó la madre.
- Sí, comportaos -repitió la abuela.

La abuela siempre permanecía sentada en la misma silla. Pasaba las tardes tejiendo ropas de aspecto trasnochado mitad hechas de lana mitad de recuerdo. Añoraba aquellos tiempos no tan lejanos en que sus nietos y su hijo le preguntaban por su infancia. Era cuando todavía la admiraban; cuando su belleza todavía encerraba el discurso de lo vivo. Era como una esfinge dulcemente modelada por los años -quizás por los siglos- de la que salían palabras garbosas, barnizadas de empaque y calidez. Sentía que atesoraba la certeza del conocimiento, la solidez de la experiencia y el cariño del que ve prosperar a su prole. Lamentablemente con los nietos fue perdiendo la complicidad hasta darlos por imposibles. Hablaban de cosas raras, miraban al pasado con desprecio, comían en la mesa con la prepotencia de los jóvenes que no han conocido la guerra.

- Mañana no vengo a comer -dijo el primogénito- Tengo que trabajar en mis cosas.
- Hijo, si fuera cualquier otro día lo admitiría, pero sabes que mañana es el día. Ya lo habíamos consensuado -habló severo el padre.
- No me importa. Yo sé lo que debo hacer.
- Déjalo -intervino la madre- Que haga lo que quiera. Necesitamos su ayuda para mantener la casa.
- Bueno, tú puedes faltar pero tu hermano no.

El hermano pequeño apenas levantó los ojos del plato. No necesitaba ver una vez más a su padre caído, el otrora fénix, devenido en un guiñapo. Sabía por experiencia que el camino ya estaba alisado y que si callaba podría aprovechar la estela de su hermano para saltar de la órbita paterna. No tenía prisa. En casa se estaba bien, se comía caliente y no se preguntaba por el futuro.

Tras el primer plato, el padre se decidió a hablar. Sabía que con el estómago caliente sería más difícil que los ánimos se encendieran. Le pidió a la sirvienta que quitará los platos usados.

La sirvienta iba, venía y así llevaba haciendo desde que compraron la casa. Mujer generosa en las curvas y enigmática en las rectas, siempre había cumplido a la perfección su trabajo: no protestar. Pero la sumisión de las manos no siempre conlleva la sumisión de la mirada. Supo gestionar el tiempo como sólo su raza sabe hacer hasta detectar como la adolescencia despuntaba en el cuerpo del primogénito. Encuentros fortuitos en los pasillos, la puerta de su dormitorio celosamente entreabierta y un vaivén que no hace falta describir la pusieron en el trampolín del éxito. "Mi momento está cerca" pensaba, mientras día tras día ponía una cucharada de más en el plato correcto.

- Sabéis todos cómo están las cosas -el ruido de los tenedores sobre los platos le hacían los coros- Necesitamos cooperación entre todos.
- Sí -apostilló ella siempre tan atenta a detectar dónde podía incluir su mensaje- Estamos en riesgo, no nos podemos fiar de él. Siempre me mira con sed de venganza.

El vecino era tan orgulloso o más que ellos. Tras unos primeros años de convivencia pacífica, comenzaron los conflictos por el arriate que dividía sus casas. Él tenía un recoleto huerto de hortalizas que cuidaba con esmero. Obtenía escaso rendimiento pero en el brillo de cada pimiento, en el jugo de cada melón paladeaba el sabor de la tierra y el tiempo. No tuvo culpa de que una filtración de una obra de asfalto emponzoñara el terreno de sus vecinos. No tuvo la culpa de que ella decidiera que sus hortensias no podían morir envenenadas. No tuvo la culpa de que no hubiera otro lugar adonde trasplantarlas. No tuvo la culpa de nada, por eso desarrollo la ira de todo. Y así, día tras día, desmontaron el bulo de que el roce hace el cariño increpándose primero con la voz y luego con la mano alzada. Con ella, con él, con la abuela, con el hermano de ella, con todos porfió menos con los hijos...los hijos no sabían ni querían saber nada de hortensias ni de otras reliquias...

- Llama al tío -espetó el más pequeño.
- Con el tío no se puede contar. Lo más que hace entre chupito y chupito es tocarse.

El tío compitió por las bellezas del momento en los años de juventud. Tuvo sus éxitos, no vamos a negarlo, pero no fue capaz de disfrutarlos. La envidia hacia su cuñado lo mantuvo al acecho incluso cuando ya no había mujeres en liza y asumió su propia derrota. El tío sólo entendía de cirrosis y de recuerdos. Todavía conservaba su puño de hierro, pero entre todos aceptaron que sólo lo utilizara para dar puñetazos en la mesa en alguna de sus borracheras.

- Sí, el tío mejor ni tocarlo. Es a vosotros a quien necesito.
- Yo tengo una idea -apuntó la abuela-

Como quien oye al silencio continuó el padre hablando.

- Necesito que me apoyéis. Sabéis que...
- Sabéis que es el mal. Sabéis que quiere matarme -interrumpió la madre.

Con una mirada pesada le hizo callar.

- ...sabéis que las cosas no están tan mal, que soy qien soy y que puedo lo que quiero, pero me gustaría contar con vosotros, con vuestras manos, con vuestra fuerza.
- Mira Papá yo te puedo prestar si quieres pero no me pidas que me implique en las batallas de tu viejo mundo -sentenció mientras escudriñaba el movimiento de las caderas de la sirvienta que fregaba platos al ritmo de sus pensamientos musicales.
- Es un loco, no atiende a razones...
- Me duele la cadera.
Mientras el pequeño dibujaba cuadros abstractos con los restos de azucar coloreada por el café.
¡Cuánto me has dado por tan poco, negra!
- Siempre nos fue bien así.
¡Otro chupito qué invito yo!
- He trabajado duro para vosotros.
¿Estarán sordos?¿Seré muda?¿Serán las dos cosas?
- Si no me ayudáis tendré que defenderme yo misma.
¡Ay, mi huerto, mi huerto!
- Me marcho.
- ¡Me muero!
-¡Silencio!

¡Venganza!
¡Futuro!
¡Desmadre!
¡Paciencia!
¡Orgullo!
¡Poder!
¡Decrepitud!

- Pero, por dios, ¡no os dais cuenta de que somos una familia!

martes, 15 de noviembre de 2011

Pseudotwitter

Hay mañanas en las que el mundo parece girar a menor velocidad: salgo, leo el periódico, miro las hojas de los árboles, todos los borrachos de Toronto con los que me cruzo me saludan...y al final lo único extraño es que no me haya parado la policia.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

No Neymar

El no-jugador del Real madrid se ha convertido en la no-noticia del día. Finalmente su no-fichaje ha recibido el espacio no-merecido en los medios de no-comunicación.

Visto en perspectiva podríamos decir que es un ejemplo de la no-información. Nunca existió un sustrato noticiable. La realidad no daba de sí para tantas portadas deportivas. Hubo que generar una gran no-noticia que alimentara al no-lector deportivo y, al mismo tiempo, a las arcas de los maltrechos medios de no-comunicación: el no-hecho de que no- Neymar no-jugaría en el Real Madrid. Hoy sabemos que el principio y el final de esta historia es el mismo: nada. Nada por aquí, nada por allá, ¿dónde está la pelotita?

¡Ay, la dichosa pelotita!

Nota semántica.

...me encuentro rodeado de seres humanos especialmente dotados por género para la comunicación verbal y no paro de preguntarme quién sacó aquellas conclusiones porque yo cada vez las escucho más y las entiendo menos.

Sin embargo me "la han dado" de nuevo. Yo soy propenso a hacer las cosas de manera impulsiva y apresurada, intento ser productivo y aprovechar aceleradamente los cinco minutos en los que está hirviendo el guiso, con consecuencias nefastas para el mismo en no pocas ocasiones, así que me he cansado de oir a la mejor acompañante en estos tiempos diciendome "atolondrado".
Yo no me sentía identificado porque me suena a "indeciso", "dubitativo", "lento" adjetivos que no van conmigo ni con las situaciones referidas. Y sin embargo "atolondrado" según la vetusta RAE es simplemente "aquel que procede sin reflexión". Lo cuál , a uno que me vea sin conocerme le puede parecer bien adecuado.

Claro que ese no sabe la cantidad de tiempo al día que me pasó en el metro sin nada que leer....

lunes, 7 de noviembre de 2011

Postadolescencia y sensaciones Pre-Facebook

Ja ja ja … me he reido mucho, tu mail es muy ingenioso…” pero luego nadie te escribe para decírtelo o para contarte su vida que es lo que tu has hecho y esperabas ser correspondido… luego quizás te digan,con suficiencia, “es que tu NECESITAS escribir”, y en cierto modo será verdad pero desde luego lo que no necesito es escribirte a ti que no me contestas, recibes mis emailes y si los lees lo haces como el que lee un forward de alguien desconocido…
Para no seguir en esa dirección que solo lleva a enfados de mayor o menor envergadura con los que son al fin y al cabo tus amigos pues dejas de escribir esos estúpidos correos, y resulta que sí, tenían razón los cabrones y lo necesitabas …
...porque ahora que ya no lo haces, que no escribes, lo echas de menos.