sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuando saqué la cabeza del agua me dí cuenta enseguida. Un instante antes de asomar los ojos cerrados a la superficie después del reconfortante chapuzón tan largamente esperado, sentí la pérdida del colgante que durante tantos años llevé a cuello.
Pensé inmediatamente en que en esas aguas cristalinas podría encontrarlo y me quedé quieto inocente, intentando no remover el agua para no eliminar las pequeñas posibilidades de bucear y rescatarlo del fondo de arena negra a más de tres metros de profundidad. Al mismo tiempo mantuve la expresión de alegría en la cara, sin dejar aflorar el agudo daño que me provocaba perder lo que para mí era algo así como un amuleto sagrado. Elena me miraba desde la orilla, probablemente sacando fotos sin parar, y no podía estropear esa ilusión compartida con una mueca. Así que abrí los ojos sonriente con el flequillo pegado a la frente, agité las manos fuera del agua saludando y tomé una gran bocanada de aire para probar suerte con la búsqueda.
El colgante era una moneda uruguaya del año 1930, troquelada dejando huecos entre el dibujo central de un puma, y el canto. No era un legado familiar, ni yo tengo nada especial que ver con el Uruguay, simplemente la conseguí en un mercadillo al lado del cementerio de la Recoleta en Buenos Aires un Diciembre muchos años antes, pero se había convertido en una de las pocas cosas que me unían en ese momento con mi hija, con mi familia y con la vida tranquila que había llevado tanto tiempo. Aurora nació el 24 de Abril del 2006. Cuando era pequeña siempre le llamaban la atención las cosas brillantes y no paraba de jugar con la moneda de 10 centésimos sobre mi pecho cuando la tomaba en brazos. Desde entonces pensaba que sería un bonito regalo para su vigésimo cuarto cumpleaños, en el 2030, por esas cosas que tenemos algunos de buscar las simetrías y coincidencias en los números y las fechas, como si fueran señales mágicas que nos confirman que vamos por el camino correcto. Perder el colgante significaba para mí romper el encantamiento, cerrar las posibilidades de volver a encontrarla y de recuperar una vida normalmente feliz.
(continuará…)

sábado, 3 de diciembre de 2011

Tenía una mirada con la que lo decía TODO,
pero nunca dijo NADA.
Y así.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Qué estoy haciendo?

Escribo periódicamente con caligrafía fantasiana. Lo hago a borbotones con la inconstancia que me caracteriza. Ya va un año y medio desde aquella presentación. Sé que alguien me ha leído desde Rusia, desde Francia y desde Singapur. Apenas unos comentarios de un tal FSM. Y sin embargo siento que esto tiene valor. Tan es así que no soy capaz de poner nombres. Tan es así que esta historia mía entre dos orillas está escrita desde el temor a perder la intimidad. Sé que la CIA tiene mis datos. Sé que no sirve de nada borrar un texto si encuentro que algo es improcedente. Sé que es necesario mantener una parcela de intimidad inexpugnable. Algo parecido a lo que ocurre con la pareja. Debes compartir casi todo. Pero lo que decidas no compartir debe estar a salvo de cualquier tentación de hacerse público. Es la única forma de preservar tu individualidad. En la red pasa lo mismo. Y como presiento que dentro de muchos años mucha gente aburrida leerá estos textos inconexos, prefiero no señalar; simplemente narrar desde la salada fantasía de un marino que de momento sigue en tierra.
PD: Me han recomendado que empiece por Maquiavelo...

martes, 29 de noviembre de 2011

La fogatilla de las vanidades

Volví de Toronto como quien vuelve de Neptuno. Salí de nuestra casa que no era nuestra casa y volví a nuestra casa que no es nuestra casa. Ya era día 18¡Menos mal que me di cuenta unos días antes de que la fecha de salida no coincidía con la fecha de llegada! Evité así ser un Phileas Fogg de suerte invertida.

Sin tener que ponernos dramáticos, el descubrimiento sí que devino en contratiempo pues tuve que coger un tren directamente desde el aeropuerto y, de esta forma, no pude subirme el coche que quedó solitario en los suburbios de la capital.

Llegué a las diez de la noche con el jet lag en todo lo alto gracias a la resaca del lormetazepam. Curioso el mundo de los hipnóticos: uno siente que vive en la realidad, que domina el presente hasta que pasan los días y se da cuenta de la usurpación del yo mismo, de cómo la impregnación química convierte lo recordado en una realidad muy distinta a lo verdadero. Todos las personas medicadas con psicotropos lo conocen...

Sábado por la mañana de vuelta al trabajo. Me fue imposible cambiar el turno ¡Qué difícil es pedir favores cuando uno no se siente útil! El segundo aterrizaje en la pista de la crispación fue suave, los primeros compases falsamente apacibles. Pronto llegó la obligación con su indiferencia por las circunstancias personales y me exigió respuestas, eficacia, solvencia...dudas, aplazamiento, zozobra: a veces los resultados opuestos sólo dependen del estado de confianza. Me salvo mi amiga L que atenta, conocedora, se percató de la situación y actuó generosamente. Siempre queremos separar nuestra vida emocional del trabajo, pero lo cierto es que tener un buen amigo en el trabajo puede salvarte de la quema.

El lunes de vuelta al curro. Comenzamos con reunión de grupo. El jefe plantea la necesidad de un cambio radical desoyendo a San Agustín; sí, es tiempo de tribulación y, al parecer, también de cambio. Pasa uno por uno por todos los miembros del colectivo, ensalzando y exigiendo, cal y arena, caricia y colleja...artera estrategia del exprimidor que ya no puede ni ocultar intenciones. He dicho todos, pero no es del todo cierto. A R le ignora. A mí me felicita por haber tomado la decisión de irme. El fracaso no puede ser un motivo de felicidad. Por ello creo que lo único que hizo fue proyectar su propia satisfacción en mi persona. No es novedoso, es el último paso del jíbaro que va reduciendo cabezas hasta lograr, como en este caso, el éxito rotundo y final de la invisibilidad. Se cerró el círculo: la autoestima profesional descansa en tu obra y en el reconocimiento de los iguales. Sin ambas no era más que un número. Y odio los números.

El martes quedé con mi familia política para cenar. Feliz reencuentro y la sempiterna disposición de mis suegros por ayudar.
- Coge mi coche mientras no te bajes el tuyo -me dijo C- Lo necesitas para el trabajo.
- Gracias C.

Lo dejó en doble fila y me dio las llaves. Simplemente lo tenía que aparcar. Me despedí de c conversando sobre el cambio automático y las dificultades para revolucionar el motor en los adelantamientos.
- No, definitivamente prefiero las marchas.

Arranqué, di la vuelta a la rotonda y me dispuse a aparcar. Enfilé el hueco en batería y aminoré la marcha. Sin embargo, el coche no terminaba de pararse. Confuso, mi cerebelo, no acertó a recordar el papel del embrague tras 3500 kilómetros por Quebec en coche automático y, fatídicamente, corrigió mi estrategia psicomotriz levantando el pie del freno y pisando el acelerador. Obviamente el bordillo fue una anécdota. No así lo fue la columna de los juzgados contra la que irremediablemente me estampé.

Retiré el vehículo comprobando con alivio que el motor arrancaba y, sobre todo, que nadie me había visto. Recogí los restos del parachoques y empecé a reírme. Luego se me quitaron las ganas de reír y ahora, que tengo que recoger el coche del taller, no tengo ni pizquita de ganas de hacerlo. Ni que decir tiene que no se lo he contado a nadie y que, de hacerlo, sólo lo haré a las mujeres de mi familia política pues creo que los hombres, por cariño que me tengan, nunca podrán dejar de verme como un hombre fallido si se enteran de esta historia.
Ya en la cama evoqué mi otro accidente. Recordé que la otra vez que choqué fue en unas circunstancias muy parecidas: una mezcla de inseguridad vital y de absurdo que me mostró que tocaba cambiar de raíl.

El jueves volví a trabajar. Esta vez no me equivoqué...creo.

El viernes de nuevo reunión de grupo. El jefe se explayó en la crítica a L y sus semejantes por su desidia y su orgullo.
- Por su bien, es necesario apretarles las tuercas.

Casi sin voz, casi sin rostro, casi sin historia dentro del grupo, me decidí a hablar. Junté toda mi memoria y toda mi honestidad para abjurar de aquél sanedrín hipócrita. Mi último rescoldo de dignidad fue interrumpido con la sequedad de un hueso que se parte:
- Vamos a dejar el tema porque no merece la pena discutir -me despachó.

Al salir de la reunión otro compañero, el más vil de todos, me reprendió por mi conducta. Entendí en qué lugar estaba. Cuando el último de la fila de la honradez se veía con fuerza para exhortarme a rectificar, cuando lo hizo con premeditada publicidad alzando la voz para que todos oyeran su reproche, cuando nadie se giró para mediar y ponernos a cada uno de nosotros en su sitio, en ese preciso momento, comprendí que ya no existía. Al menos en ese medio, en ese hábitat, en esa logia...

Luego me tocó trabajar. Lo hice sereno, mucho más tranquilo que en los días previos. Mi derrota ya había terminado. Tocaba volver a empezar. Llamé a Y, una antigua cliente, para preguntarle cómo estaba. Se alegró mucho de oírme. Sabía que iba a hacerlo. Por eso la llamé. Soy plenamente consciente de que, para empezar de nuevo, tendré que recurrir a los buenos sentimientos. A los tiernos e ingenuos buenos sentimientos que nos devuelven la cualidad de personas. La persona, la esencia de cada uno de nosotros. Nuestra última e inequívoca ración de verdad a la que nunca podemos renunciar. Y es por eso que el mero hecho de verla amenazada justifica por sí solo que juntemos todo nuestro presente para hacer una gran pira en la que quemar las vanidades y junto a ellas, como no, también, los resquemores.

Y con las cenizas recogidas recordar satisfechos a Leonard Cohen cuando dice:

" Poetry is just the evidence of life.
If your life is burning well,
poetry is just the ash"

domingo, 27 de noviembre de 2011

Formación política.

Otro pequeño detalle que me provoca curiosidad de algunos alemanes. Un amigo que ahora vive en Sevilla me dijo, al yo preguntarle por el 15 M y el movimiento de "los indignados"; "es interesante me parece bien...pero resulta increible la poca formación política que tienen". Otros que me he encontrado por aquí y allá me hablan con el mismo término "Hamburgo es importante para mi porque allí me formé políticamente" y comentarios similares...

A mi esto de la formación política me suena un poco a "Programar en Java" o "la dinámica de los mercados". Conceptos que están ahí y comprendes perfectamente por partes, pero que la gente utiliza atribuyéndole un significado que a mi se me escapa, más amplio y trascendente y en cierto modo cuantificado, se tiene o no se tiene, se sabe o no se sabe. Si se sabe, eres un "experto" y estás a otro nivel aunque seas incapaz de explicarle a los profanos en que consisten esos términos con los que se te llena la boca y sueltas en cada frase.

Pero volviendo al título ¿Cuál es la lista de libros que hay que leer para tener una formación política? ¿Cómo se hace eso?

jueves, 17 de noviembre de 2011

Multiculturalidad

De little Portugal a Cabbagetown. De Koreatown a Greektown. De Gerrard India Bazar al barrio de Roncesvalles donde asienta Little Poland. De Little Italy a Chinatown east. ¡Viva la multiculturalidad! Que viva sí pero...

- Si en Little Greek todos fueran multiculturales no habría restaurantes griegos. O los habría en igual número que los restaurantes eritreos.
- Si en Little Portugal todos fueran multiculturales, las señoras no vestirían traje de paño negro y mi pescadero de cabecera cambiaría el negocio por un bar de deportes.
- Si en Koreatown todos fueran multiculturales se impondría el alfabeto latino para que todos entendieran todo.

La multiculturalidad es asimétrica. Es la consecuencia de una convergencia entre dos grupos de personas: los desarraigados con dinero y los arraigados -en este caso- lejos de su patria. Sólo el esfuerzo de conservación de la entidad colectiva de los segundos permite mantener la atmósfera propia de su cultura. Solo su empecinamiento en no ser multiculturales permite que emerja el concepto de multiculturalidad. Los que viajamos sin creencias, sin folklores, sin miserias seculares en la mochila disfrutamos del mosaico de realidades, abrazamos la fe de la multiculturalidad y al miso tiempo la socavamos con nuestra ausencia de compromiso.

Lo pienso, lo repienso y no encuentro la solución a esta ecuación "Cuanto más multiculturales seamos, menos multiculturales seremos"

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La familia

Entró con un portazo como solía hacer. Se aseguró de sostener la puerta para que no vibrara y provocar un sonido seco y quedo que dejara bien a las claras quien mandaba. Dudo de sí mismo ¿me estaré haciendo viejo? Ciertamente llevaba un tiempo arrastrando la mirada por el presente en busca de señales. De poco habían servido los nuevos aires que le insufló el cambio de aspecto; los viejos temores siempre emergían como una realidad externa, incontrolable, salmodiada por voces tenebrosas y rudimentarias. Recordaba con nostalgia los tiempos en que ganaban batallas sólo con un gesto de desaprobación.

En la mesa del comedor esperaba todos los miembros de su familia. Su mujer, quizás su única y última aliada, siempre agradecida con la vida que le había regalado, le besó con frialdad. Incluso su relación de tantos años estaba siendo sacudida por los problemas. Sabían que no podían decirse las verdades, sabían que la debilidad sería la antesala de su decadencia o quizás sabían ya que la decadencia se retorcía perezosa en sus rostros y que lo único que les quedaba era disimular.

- Señor, bendice estos alimentos...

No había sino empezado y en la mesa los dos hijos mayores ya estaban comiendo con insolente ensimismamiento los trozos de pollo del cocido.

- Por favor, comportaos -rogó la madre.
- Sí, comportaos -repitió la abuela.

La abuela siempre permanecía sentada en la misma silla. Pasaba las tardes tejiendo ropas de aspecto trasnochado mitad hechas de lana mitad de recuerdo. Añoraba aquellos tiempos no tan lejanos en que sus nietos y su hijo le preguntaban por su infancia. Era cuando todavía la admiraban; cuando su belleza todavía encerraba el discurso de lo vivo. Era como una esfinge dulcemente modelada por los años -quizás por los siglos- de la que salían palabras garbosas, barnizadas de empaque y calidez. Sentía que atesoraba la certeza del conocimiento, la solidez de la experiencia y el cariño del que ve prosperar a su prole. Lamentablemente con los nietos fue perdiendo la complicidad hasta darlos por imposibles. Hablaban de cosas raras, miraban al pasado con desprecio, comían en la mesa con la prepotencia de los jóvenes que no han conocido la guerra.

- Mañana no vengo a comer -dijo el primogénito- Tengo que trabajar en mis cosas.
- Hijo, si fuera cualquier otro día lo admitiría, pero sabes que mañana es el día. Ya lo habíamos consensuado -habló severo el padre.
- No me importa. Yo sé lo que debo hacer.
- Déjalo -intervino la madre- Que haga lo que quiera. Necesitamos su ayuda para mantener la casa.
- Bueno, tú puedes faltar pero tu hermano no.

El hermano pequeño apenas levantó los ojos del plato. No necesitaba ver una vez más a su padre caído, el otrora fénix, devenido en un guiñapo. Sabía por experiencia que el camino ya estaba alisado y que si callaba podría aprovechar la estela de su hermano para saltar de la órbita paterna. No tenía prisa. En casa se estaba bien, se comía caliente y no se preguntaba por el futuro.

Tras el primer plato, el padre se decidió a hablar. Sabía que con el estómago caliente sería más difícil que los ánimos se encendieran. Le pidió a la sirvienta que quitará los platos usados.

La sirvienta iba, venía y así llevaba haciendo desde que compraron la casa. Mujer generosa en las curvas y enigmática en las rectas, siempre había cumplido a la perfección su trabajo: no protestar. Pero la sumisión de las manos no siempre conlleva la sumisión de la mirada. Supo gestionar el tiempo como sólo su raza sabe hacer hasta detectar como la adolescencia despuntaba en el cuerpo del primogénito. Encuentros fortuitos en los pasillos, la puerta de su dormitorio celosamente entreabierta y un vaivén que no hace falta describir la pusieron en el trampolín del éxito. "Mi momento está cerca" pensaba, mientras día tras día ponía una cucharada de más en el plato correcto.

- Sabéis todos cómo están las cosas -el ruido de los tenedores sobre los platos le hacían los coros- Necesitamos cooperación entre todos.
- Sí -apostilló ella siempre tan atenta a detectar dónde podía incluir su mensaje- Estamos en riesgo, no nos podemos fiar de él. Siempre me mira con sed de venganza.

El vecino era tan orgulloso o más que ellos. Tras unos primeros años de convivencia pacífica, comenzaron los conflictos por el arriate que dividía sus casas. Él tenía un recoleto huerto de hortalizas que cuidaba con esmero. Obtenía escaso rendimiento pero en el brillo de cada pimiento, en el jugo de cada melón paladeaba el sabor de la tierra y el tiempo. No tuvo culpa de que una filtración de una obra de asfalto emponzoñara el terreno de sus vecinos. No tuvo la culpa de que ella decidiera que sus hortensias no podían morir envenenadas. No tuvo la culpa de que no hubiera otro lugar adonde trasplantarlas. No tuvo la culpa de nada, por eso desarrollo la ira de todo. Y así, día tras día, desmontaron el bulo de que el roce hace el cariño increpándose primero con la voz y luego con la mano alzada. Con ella, con él, con la abuela, con el hermano de ella, con todos porfió menos con los hijos...los hijos no sabían ni querían saber nada de hortensias ni de otras reliquias...

- Llama al tío -espetó el más pequeño.
- Con el tío no se puede contar. Lo más que hace entre chupito y chupito es tocarse.

El tío compitió por las bellezas del momento en los años de juventud. Tuvo sus éxitos, no vamos a negarlo, pero no fue capaz de disfrutarlos. La envidia hacia su cuñado lo mantuvo al acecho incluso cuando ya no había mujeres en liza y asumió su propia derrota. El tío sólo entendía de cirrosis y de recuerdos. Todavía conservaba su puño de hierro, pero entre todos aceptaron que sólo lo utilizara para dar puñetazos en la mesa en alguna de sus borracheras.

- Sí, el tío mejor ni tocarlo. Es a vosotros a quien necesito.
- Yo tengo una idea -apuntó la abuela-

Como quien oye al silencio continuó el padre hablando.

- Necesito que me apoyéis. Sabéis que...
- Sabéis que es el mal. Sabéis que quiere matarme -interrumpió la madre.

Con una mirada pesada le hizo callar.

- ...sabéis que las cosas no están tan mal, que soy qien soy y que puedo lo que quiero, pero me gustaría contar con vosotros, con vuestras manos, con vuestra fuerza.
- Mira Papá yo te puedo prestar si quieres pero no me pidas que me implique en las batallas de tu viejo mundo -sentenció mientras escudriñaba el movimiento de las caderas de la sirvienta que fregaba platos al ritmo de sus pensamientos musicales.
- Es un loco, no atiende a razones...
- Me duele la cadera.
Mientras el pequeño dibujaba cuadros abstractos con los restos de azucar coloreada por el café.
¡Cuánto me has dado por tan poco, negra!
- Siempre nos fue bien así.
¡Otro chupito qué invito yo!
- He trabajado duro para vosotros.
¿Estarán sordos?¿Seré muda?¿Serán las dos cosas?
- Si no me ayudáis tendré que defenderme yo misma.
¡Ay, mi huerto, mi huerto!
- Me marcho.
- ¡Me muero!
-¡Silencio!

¡Venganza!
¡Futuro!
¡Desmadre!
¡Paciencia!
¡Orgullo!
¡Poder!
¡Decrepitud!

- Pero, por dios, ¡no os dais cuenta de que somos una familia!

martes, 15 de noviembre de 2011

Pseudotwitter

Hay mañanas en las que el mundo parece girar a menor velocidad: salgo, leo el periódico, miro las hojas de los árboles, todos los borrachos de Toronto con los que me cruzo me saludan...y al final lo único extraño es que no me haya parado la policia.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

No Neymar

El no-jugador del Real madrid se ha convertido en la no-noticia del día. Finalmente su no-fichaje ha recibido el espacio no-merecido en los medios de no-comunicación.

Visto en perspectiva podríamos decir que es un ejemplo de la no-información. Nunca existió un sustrato noticiable. La realidad no daba de sí para tantas portadas deportivas. Hubo que generar una gran no-noticia que alimentara al no-lector deportivo y, al mismo tiempo, a las arcas de los maltrechos medios de no-comunicación: el no-hecho de que no- Neymar no-jugaría en el Real Madrid. Hoy sabemos que el principio y el final de esta historia es el mismo: nada. Nada por aquí, nada por allá, ¿dónde está la pelotita?

¡Ay, la dichosa pelotita!

Nota semántica.

...me encuentro rodeado de seres humanos especialmente dotados por género para la comunicación verbal y no paro de preguntarme quién sacó aquellas conclusiones porque yo cada vez las escucho más y las entiendo menos.

Sin embargo me "la han dado" de nuevo. Yo soy propenso a hacer las cosas de manera impulsiva y apresurada, intento ser productivo y aprovechar aceleradamente los cinco minutos en los que está hirviendo el guiso, con consecuencias nefastas para el mismo en no pocas ocasiones, así que me he cansado de oir a la mejor acompañante en estos tiempos diciendome "atolondrado".
Yo no me sentía identificado porque me suena a "indeciso", "dubitativo", "lento" adjetivos que no van conmigo ni con las situaciones referidas. Y sin embargo "atolondrado" según la vetusta RAE es simplemente "aquel que procede sin reflexión". Lo cuál , a uno que me vea sin conocerme le puede parecer bien adecuado.

Claro que ese no sabe la cantidad de tiempo al día que me pasó en el metro sin nada que leer....

lunes, 7 de noviembre de 2011

Postadolescencia y sensaciones Pre-Facebook

Ja ja ja … me he reido mucho, tu mail es muy ingenioso…” pero luego nadie te escribe para decírtelo o para contarte su vida que es lo que tu has hecho y esperabas ser correspondido… luego quizás te digan,con suficiencia, “es que tu NECESITAS escribir”, y en cierto modo será verdad pero desde luego lo que no necesito es escribirte a ti que no me contestas, recibes mis emailes y si los lees lo haces como el que lee un forward de alguien desconocido…
Para no seguir en esa dirección que solo lleva a enfados de mayor o menor envergadura con los que son al fin y al cabo tus amigos pues dejas de escribir esos estúpidos correos, y resulta que sí, tenían razón los cabrones y lo necesitabas …
...porque ahora que ya no lo haces, que no escribes, lo echas de menos.

domingo, 30 de octubre de 2011

I.- Votar....botado?

no voy a poder votar.... resulta que aún teniendo la residencia oficial y todos los papeles, tenía que confirmar por correo mi intención de votar, y este proceso me fue transmitido también por carta; mi alergía habitual al correo postal que no viene manuscrito y la lista de cosas pendientes por hacer hizo el resto y hasta hoy, cuando el plazo ha vencido largamente...

Quería votar esta vez y me enfada no poder hacerlo pero en la manía de buscarle sentido a las cosas y significados trascendente tiene lógica. Lo que me echó, me botó, varias veces de mi ciudad sigue allí, no ha cambiado en siglos y participar de esa evolución ciudadana que muchos creemos necesaría es para mi personalmente agotador y poco satisfactorio. Alabando el mérito y aplaudiendo a los que sí lo hacen.

Pero uno no puede negar su origen y leo a diario la prensa nacional y local, ¿con qué sentido? ¿Para qué?. Sigo informándome de la actualidad, intentando comprenderla para encontrale salidas, un proyecto que como digo no es el mío...ahora incluso leo más, entre otras cosas porque los kilómetros evitan que me enfade como antes, al no vivir allí ni sufrir en propio lo que veo en internet. ¿Sin vivir allí la sigo aún sintiendo mi ciudad? Probablemente. Y lo mismo me ocurre aquí, es donde vivo pero como no es mi sitio tampoco me amargan las ocasionales anécdotas desagradables inherentes al vivir.

En realidad yo pienso que uno debería leer la prensa local de donde vive, arrastrar su ciudad consigo y no sucumbir a la atracción de sentirse un extraño a donde vaya. No saltarse el peaje de la realidad...

... o compensa pagar el precio a pesar de todo.

II.- La Ciudad Invisible

Para mí es adictivo este cambiar de sociedades cada temporada, lejos de provocarme inseguridad me parece emocionante, la emoción de lo desconocido tiene mucha potencia y tapa con braniz de novedad la realidad, que esconde las mismas miserias en todos sitos. Te libera además de cierta responsabilidad social que tenemos todos en esa escala local, a medio tamaño entre el vecino de enfrente y la nacionalidad de uno.

Tomaba por tontos, y sin dejar de hacerlo del todo, admiro y envidio ahora a aquellos que se mantuvieron en el lugar,geográfico o emocional.
Ese aficionado del Levante, equipo "pobre" de Valencia, que siempre fue del Levante, cuyo padre era del Levante e iba todo los domingos a ver jugar al Levante, en segunda o en tercera... ¡que estupidez! y a la vez que satisfecho estará estos días, podrá mostrar un (¿estúpido?) orgullo o una alegría para mi vetados.

[Cuando escuchaba aquel programa de Radio3, "La Ciudad Invisible" siempre tuve clara mi respuesta a lo que cada invitado describía como su ciudad ideal (...sin coches, con muchos teatros sin mar o en la montaña...). La mía, mi ciudad ideal es aquella desconocida, la que al llegar a la esquina va a sorpenderme al girar porque nunca he andado por esta calle.]

Me intento justificar pensando que aquellos que no cambiaron de barrio ni de equipo no tuvieron más remedio, y si ahora encuentran la alegría la tienen merecida por los malos tiempos anteriores, y que en cualquier caso serán minoría con respecto a todos los demás que no tuvieron suerte y siguieron años y años apoyando al equipo perdedor...

Ese es de nuevo el punto de vista externo, del observador desapegado y analítico del que olvida que uno puede modificar su realidad además de escaparse cambiando de escenario.

Olvidemos la comparación barata con el fútbol. Tenemos un ejemplo dramático y magnífico. Felicidades a todos los que se quedaron contra el miedo en el Pais Vasco, sobre todo porque pudieron irse y no quisieron.

lunes, 25 de abril de 2011

[La saeta] Presentación.

Soy punta de flecha consciente, sensible.
Tengo cinco sentidos pero sólo me fue permitido usar uno de ellos. El resto los tengo que evocar a partir de las imágenes; por eso digo que veo olores.
Me lanzaron un mediodía cálido de forma poco comprensible. Aunque en mi defensa también podría decir que a los que nos gusta sentir el viento en la cara y en la mirada siempre nos toca dar explicaciones.
No podemos descartar que mi lanzamiento se debiera al miedo como casi todo lo que hacemos y todo lo que dejamos de hacer.
Cualquier hombre de éxito de los de ahora podrá afirmar que mi trayectoria fue errática pero yo sé que cuando se viaja las rectas no existen más que en nuestra impaciencia.
Hice presa desde el primer segundo pero no la terminé de traspasar hasta el último y, cuando finalmente lo hice, no dejé ninguna cicatriz.

[La saeta] Billete de ida y vuelta destino equinocio.

Parto de la primavera inapelable. Asisto a la vida hecha de estallidos. Sin embargo, en la medida en que desaparecen los rastros de la ciudad, se impone el tono más sosegado del campo. Extramuros, la primavera se impone calladamente mostrándose húmeda, lozana y amable en el fresco verde de la vega.
Al frente, la sierra que no lo es se empina hacia la planicie robándole grados al termómetro y refulgencia a la hierba y la primavera se convierte en primaverilla que juega entre olivos y encinares.
De repente una invisible línea ejerce de frontera retroactiva entre las estaciones. En el lienzo acristalado de líneas horizontales sobrevive todavía un protoinvierno tenaz, aun en el inevitable porvenir de las cíclicas derrotas.
Avanzo, no cambia el paisaje pero sí la luz; seguimos retrocediendo en el calendario, hasta llegar a un paisaje sin estaciones, a un escenario de faz inmutable igual de inhóspito bajo el auspicio de la helada que ante el hornillo del estío mesetario. Mientras observo la nada, me tranquilizo pensando que afortunadamente el mundo es redondo y que al final la tierra siempre retoma el pulso de la vida. Basta con unas tímidas pinceladas de calor improntadas en el cielo azul para comprobarlo, si bien, súbitamente, vuelven a expirar acosadas por la estampa de un crudo invierno que se despliega ostentosamente sobre páramos poblados por fantasmas; sensación de frío total, corazón de invierno irredento que mira desdeñoso cómo el sol cambia cada día su inclinación.
Redonda, es redonda.
Poco más allá se despereza de nuevo la tierra con apuntes primaverales cobijados en los huraños valles de las sierras pedregosas. A continuación cruzamos una franja de indefinición estacionaria hasta sufrir la conmoción del desierto. Mas, es este, al contrario del descrito previamente, un desierto vivo, almado, irrigado por una especie de de savia invisible que permite presagiar que en cualquier momento la primavera eclosione, aunque sólo alcance a hacerlo como un suspiro, como un sueño que no encuentra explicación científica.
Más. La tierra sigue un plano inclinado; vamos tierra a favor. Abandonamos la aspereza del clima estancado en dirección a la eterna primavera de los lares azules. Notamos las caricias cada vez más cálidas de una primavera juiciosa, cumplidora y enriquecedora que se exhibe primorosa en el horizonte florido. Todavía nos quedará un último exabrupto en nuestro camino: la niebla, eterna mutiladora de matices, se recuesta sobre los últimos montes que resguardan el definitivo valle que nos transportará al lugar de donde partimos. Es éste un valle donde pacen los alféreces del otoño, los únicos que duermen el sueño de la primavera, despiertan durante el estío y se muestran durante el otoño. Ya sólo queda enfilar la pendiente hacia la tierra sin altura, hasta topar con el cielo invertido y ondulado. Y ver como lo surca una eterna y jovial primavera que nunca se cansa de jugar a que es una moza risueña.

[La saeta] Paleta con forma de piel de toro extendida.

Verde, verde vida pugnando con el límpido añil del cielo. Verde enraizado en la tierra generosa cubriéndola con su tupido manto. Sí, verde, continúo siendo verde, aunque cada vez soy más recatado. He pasado del verde hierba al verde hoja. Y en esa degradación constante sigo hasta explayarme sobre el pobre lecho manchado que este año ha sido felizmente agasajado por lluvias generosas. Conforme progreso me voy sucesivamente atornasolando, entreverando y, finalmente, difuminando hasta convertirme en un parco punteado en el que apenas la vega alcanza a dibujar una culebra de clorofila a modo de despedida.
Gris, gris recalcitrante, hiriente, vasto gris hecho llanura que apenas queda quebrantada por otro gris vertical, anecdótico en la distancia, que lucha por ser el símbolo de un tiempo. Afortunadamente este abismo de ausencia se acaba con la aparición de decenas de tetas truncadas, cerros modestos que rompen la monotonía del gris y se visten con punteados púrpuras y verdes prefabricados que, aunque en otras ocasiones serían falsarios, ahora se agradecen.
Tras un parpadeo, de nuevo el colorido se impone aunque de forma más dispar con un salpicón de colores alegres: amarillos, rojos, morados que pastan en la tierra azafranada por el atardecer.
¡Y de nuevo el gris! Pero este gris es menos impertinente, es un gris que espera algo, que siembra de esperanza el paisaje. Además, al fondo una hilera de blanca nieve anuncia caudal. Poco a poco el gris se va perlando con otro blanco más amable, cercano, que emana un aroma de vida que hasta se puede oler con los ojos. Poco dura la reconfortante bocanada pues, de forma abrupta, el negro se cierne sobre nosotros como un telón tirano que nos impide paladear los colores que jalonan al gran río. Tras ese vacío, vuelve la luz y el color. O mejor dicho, vuelve el color de la luz que es lo único que se percibe en el nuevo paraje inhabitado que nos contempla. Se ve la luz haciendo remolinos en las cárcavas y elevándose al centro del cielo. Se ve así durante un instante como cada uno de los escenarios de este relato, porque pronto, esa briosa luz se remansa hasta ocupar los anchos valles excitando a las ánimas que los pueblan hasta trazar brochazos interminables de fucsia que se pierden en las lejanas montañas.
Luego, tras el blanco grisáceo del muro de agua, vuelve el verde afilado que trepa retorciéndose por las laderas debido al cosquilleo travieso del amarillo. Al fondo, siguiendo las ramblas, el azul ya deja de pertenecer al cielo. Mas antes, en un último recodo, el camino nos introduce en un valle de color piedra caliza en el que la tierra, las casas y las personas comparten tonalidad.
Y por fin ¡El azul! Azul arriba, azul abajo y azul en medio, convertido una vez más en el destino final de los viajeros.

[La saeta] Un millón de árboles no siempre hacen un bosque.

Naranjos, miles de naranjos alineados y un limonero solitario sin patio pero con terraza abierta al cielo. Dejamos atrás el orden vertical de las cosas y nos adentramos en un tapiz hecho de retales de terrenos sembrados con cereal que dibujan al extenderse por la tierra un extraño conjunto desproporcionado de mantos y arabescos.
Pasado un segundo oasis de naranjos, comienzan las encinas ni altas ni bajas ni grandes ni pequeñas transmitiendo la sensación de estar completamente hechas a la tierra amable que les da suelo. Tan es así que ni siquiera parecen aspirar a alcanzar gran altura ni gran envergadura. Parece como esas personas que han encontrado su lugar en el mundo y no conocen el conflicto. Entre ellas, puntualmente, algunas hileras de olivos se plantan como un ejército perfectamente aleccionado, por no decir reprimido. Quizás por eso, su suelo es más yermo, menos espléndido, como si su sombra envarada oprimiera a la tierra.
Pasado el monte, las encinas se van dispersando y en su soledad parecen tener más tiempo para contemplarse en el espejo de las tablas. Sus copas están acicaladas, persiguen una redondez casi áurea y su verde es más altanero. Siguiendo el gradiente decreciente de humedad se va extinguiendo la dehesa hasta devenir en estepa. Desnudez esteparia sólo conculcada por sendas hileras de álamos cubiertos con su traje de brotes verdes. Luego de nuevo las encinas ¡pero qué diferentes! Estas son chaparras, algunas no pasan de arbustos y están cercadas por piedras y áspera tierra conformando páramos autistas con reminiscencias de la posguerra que todos llevamos en el subconsciente. La desolación alcanza su cúspide en la tiniebla nítida de los robledales deshojados arrasados por el invierno. Es curioso como a veces un desierto puede transmitir más vitalidad que el esqueleto de un bosque. Finalmente un nuevo verde de pinos con aspecto de buenos mozos vuelve a apoderarse de la ventana y nos devuelve la frustración de sólo ser videntes y no poder oler.
Tras esta secuencia de estampas sin rastro de civilización, un nuevo protagonista aparece para devolvernos a la familiaridad de las tierras habitadas: pequeños terrenos con almendros en flor ponen contraste a la aridez reinante ¡Ese ha sido siempre el papel de los almendros! Retar al invierno con la insolencia de sus flores prematuras ¡previas incluso a las hojas!
Y persiguiendo a un Boreas ya fugitivo, hendimos el último desierto hasta deleitarnos con los campos de ciruelos floreados desparramando su ilógico fucsia por una tierra acostumbrada a vestir tonos pardos y grises, como demostración del triunfo de lo vivo sobre la rutina ¡Revolución cromática! ¡Frugal pero indeleble como todas las revoluciones!
Y ya apurando los kilómetros, nuevos pinos con alma marinera y un inesperado último hallazgo de viñedos latentes pero con una gran presencia en el paisaje; ya se sabe, donde hay viñas sólo hay vino y todas las vidas giran en torno a él. Pocos seres vivos tienen tanto ascendente sobre los humanos.
Llegamos, es decir, recapitulo: cereal, olivo, vid –mítica trilogía- arraigados en una urdimbre sostenida de encinas, pinos y desiertos, contrapunteados por los colores irisados y evanescentes de los frutales ¿Cabe duda de dónde estamos?

[a saeta] Salobre, dulce, salada.

Salimos del antiguo muelle donde merodeaban los buscones. Siguiendo el río grande atravesamos las mil herraduras y nos desviamos a babor en busca de una nueva vertiente. Ocurre sin embargo que no encontramos un río verdadero. Lo que vemos, en su defecto, son miles de ojos remansados con sus pestañas de juncos. Proseguimos hacia el secarral donde dos vetustos ríos serpentean por la llanura bajo los ecos de los estertores de Lucitas y las risas derrotadas de los gancheros. Saltamos después de la ruborizante belleza de los subalternos afluentes que nunca tendrán novela, hasta el río que cambió de mar, sin poder saludarlo más que desde las catacumbas que impone el progreso. En el desierto, percibimos la ausencia de agua como algo físico, desasosegante, provocándonos la conciencia, aquilatándola como la sangre de la vida. Un osado y desconocido río se acurruca contra la sierra quizás buscando el amparo de la sombra. Un último afluente con ínfulas. La penúltima agua gris, transporta diluido el color de la industria. Y al final, como al principio de los principios, agua salada.

[La saeta] Epílogo.

Reconozcamos desde el principio que hay algo obsceno en el hecho de atravesar la península en apenas cinco horas y media. Pero esta elección fue un acto vital. Y todos los actos de vida, por definición, tienen una sombra, una aflicción oculta. Querer vivir en la ignorancia de esta circunstancia es una necedad.

Decidí ir en tren por varios motivos. El primero por mi fobia a los aviones y a las compañías aéreas. El segundo porque así podía parar en Madrid a la vuelta y ver a gente querida. Y el tercero, y fundamental, porque sospechaba que no iba a salir indemne de este gran viaje a través de toda la anatomía de la península.

En Mejorada del Campo alcanzamos los 300 Km/hora. La velocidad, odiosa en tantas cosas de la vida, es la que otorga, en este caso, valor al viaje, ya que es la que permite atravesar todas las franjas, las sierras, las vertientes, las ciudades, sin tiempo de tener preferencias. Además los rápidos cambios de color, de luz y de vegetación permiten contrastar cada uno de los paisajes atravesados con el precedente y el sucesivo resaltando la belleza multifacética de la península y su capacidad de mutar tanto en tan poco espacio y en tan poco tiempo.

Es en las peculiaridades del tren, de la velocidad y de mis ojos donde nació esta Iberia asaeteada. Fue posteriormente, tras una pregunta de mi compañero de asiento ya en Barcelona, cuando se acendró la voluntad de hacerlo texto. Finalmente como tantas veces hizo falta un día lluvioso para que se hiciera realidad.

viernes, 15 de abril de 2011

... me levanto con el día y me pongo a caminar...

No le gustan las cortinas ni se pone antifaz para dormir, solo lo usa de vez en cuando por el día para ocultarse lo que ya conoce y pasar rápido por ese aro. Por eso se levanta con el Sol...ahora en Primavera es temprano, y repleto de energía. Si el Sol brilla de verdad es imposible no estar contento, y a esas horas suele hacerlo... un rato antes de que despierten los malos humos de las gentes y enturbien la atmósfera.

Así que sonríe... está contento con las nimiedades de su rutina en la reducida burbuja de estos últimos tiempos. Y emocionado porque dentro de poco la rutina nunca más volverá a serlo y tensará el arco y volará la flecha y con ella muchas de sus ilusiones llegarán más allá de su alcance.

Reflexiona en estos últimos días de tranquilidad y dormir al tempo de los pollos; En su exilio voluntario se trajo lo más importante, eso que te llevarías tú a la isla desierta, pero dejó...por gusto, valentía o ignorancia, todo lo demás atrás. Alejó a sus amigos, olvido los libros y la actualidad política, renunció casi a las palabras para empezar desde cero a balbucear, enterró la sardina,el choco y el boquerón frito. Lo hizo en cierto modo como ofrenda, como tributo o previo pago en pos de una búsqueda genuina, la de aquello verdaderamente importante. Y parece que lo ha encontrado; es lo mismo con lo que partió de viaje.

Va a tener razón el simplón de Coehlo y el tesoro está debajo de la higuera.
Así que después de tanta mudanza, tanto cambio por sistema, no puede evitar sentirse muy.
Muy tonto o muy listo y muy valiente, ¿muy estúpido? Se ríe recordando a la inminente abuela parafrasear a Aristóteles sin parar ...“el punto medio, hay que estar en el punto medio...“. Nunca estuvo de acuerdo, pero sí queda residual cierta aprensión por los „muy“.
Lo que es sin duda es muy afortunado.

Encontró el maná bendito y ahora sólo le falta compartirlo porque incluso el maná bendito sabe mejor si se alterna con cervecitas callejeras y aceitunas baratas en salmuera. A veces piensa que piensa demasiado y le cuesta reconocer que se siente simplemente lejos.

Lejos cerca?.La vida no es geométrica, como aquello de los Ríos...

Lo dijo aquel profeta bastardo
„las matemáticas no fallan...
...pero tampoco aman“

jueves, 7 de abril de 2011

Sin título

Ahora que llevo en la tundra demasiado tiempo como para contarlo, jugaré a dejar volar la imaginación...Vamos allá, cuesta un poco desentumecer -¡rutina mata!- pero lentamente las alas empiezan a mover el aire y los pies se vuelven ligeros...el centro de gravedad sube hasta el cuello y, cuando me quiero dar cuenta, ya estoy suspendido con los ojos abiertos o cerrados o ¡yo qué coño sé!

Es Martes y no toca trabajar (he dicho que voy a imaginar). Noto como el alba viene más cálida de lo normal. Bajo. ¡Humm, tostada con jamón! Me la ha puesto el camarero mudo sin ni siquiera haberme preguntado. Cojo el coche y me pierdo, desde el primer kilómetro me pierdo para que quede claro que esa era mi primera y única intención. Asciendo por alguna carretera de sierra mentirosa que serpentea entre las moles de granito. El cielo gris plomizo como si se fuera a caer encima de nosotros. Viento de levante dando nombre a los puertos y un absoluto silencio. Hago camino sin prisa hasta llegar a un pueblo perdido. El pueblo es de una sola calle y en el nace un río. Busco un restaurante por vagas referencias y al pasar por segunda vez por la calle principal, un hombre que circula en sentido contrario me hace señas. Bajo la ventanilla.
- ¿Te has perdido? Como te he visto pasar dos veces...
- No - respondo cual Páramo tragabuche.

Paro a comer que ¡hasta en las imaginaciones pasa uno hambre! Un cocido con tocino y dos huevos fritos con la yema naranja como si fuera el sol atardeciendo con patatas, naranja todavía sabrosa.
- Ocho euros.
- Sí -respondo ya desde la siesta.

Recupero distancia. Reconozco el camino aunque cuando llego al desvío la carretera no existe más. Las lluvias la han derrumbado. "Yo he venido para entrar" imagino que me digo. Me cuelo por la valla, túmulos y túmulos, una oveja con dos corderillos y un arco medio derruido...pero yo no voy a eso, yo voy a alcanzar el punto geodésico que se divisa desde allá abajo. Lo alcanzo renqueante por el esguince que me hice cuando imaginaba que todavía era joven. Sobre mí el cielo se cierne como un enfado de dioses y el viento arranca carreras de seres imaginarios por los campos de cereal. Abro el libro y leo:

Los dos están días enteros

con poca luz y sin hablar.

Hoy cada paso, ya sin sueños,

lo empuja el viento de otros pasos

en dirección a ningún sitio.

Bajo la piel se va marcando

con impudicia el esqueleto:

cuanto posee cada uno

va reflejándose en los ojos

del otro,donde ya no lucen

más que el recuerdo y la venganza.

Puestos de cara a la penumbra,

dando la espalda a la ventana,

nunca han estado así de juntos:

como si fuese un gran amor,

el odio puede mantener a raya

hasta a la propia muerte.


Giro 360 grados y no encuentro obstáculos al horizonte. Inicio la vuelta cuando un susurro me llega por el oeste y me dice:

- Nos vemos aquí el día más largo del año, ante mí, el testigo eterno de la vida, antes de la fiesta pública. Trae los símbolos y diles a los buenos amigos que estén presentes.


Retorno a la legalidad pero sigo imaginando. Todavía no quiero volver a la realidad. Por eso ahora entro en un pueblo invisible y por sus estrechas calles encaladas viro a izquierda y derecha hasta encontrar en su corazón sepultado un río corriente. Me pido un mosto y veo como un cliente mudo y hemipléjico se acerca a la barra y levanta las cejas; la camarera ¡otra vez sin necesitar palabras! le sirve un plato de ensaladilla.


Ya es la hora. Regreso a mi tundra y me encuentro con un cielo de arena que permite mirar al sol sin que deslumbre.

- Acuérdate de nuestro pacto -le digo.

Y guiñándose como un ojo se pierde por el horizonte que marca el fin de esta fantasía.


PD: No sé si será otra jugarreta de mi imaginación, pero lo cierto es que esta mañana me he encontardo un libro de Joan Margarit en el bolsillo de mi chaqueta.

martes, 29 de marzo de 2011

Estrambote

La línea más corta entre dos puntos no es la recta. Si lo fuera, los ríos podrían trazarse con una regla en los mapas y sus dos orillas serían idénticas. En la tierra, sobre la tierra, la línea más corta entre dos puntos sube, baja, vira y hasta se retuerce. Por eso, no lo llamamos recta sino camino. En el tiempo, por el contrario, sólo existe la línea recta; por eso necesitamos soñar que retrocedemos, que no lo seguimos sino que lo caminamos.

sábado, 19 de marzo de 2011

Dos orillas...

...y un río. El río del mundo definitivo y verdadero que se condensa en nuestra mente después de ligar vivencias, percepciones, anhelos, análisis y preferencias.

Cuando era chico tenía una mentalidad científica. Revolvía entre los montones de mis escombros hasta hallar la ecuación ajustada a la realidad científica, demostrable y reproducible. Siempre había algunas pequeñas lagunas que rellenaba con la imaginación pero, a la postre, el entramado de mi pensamiento era riguroso, científicamente plausible.

Sin embargo, con el tiempo, esa urdimbre ortodoxa se ha ido haciendo cada vez más laxa dejando grandes vacíos. Las leyes de la ciencia no me permiten zurcir esos grandes descosidos y sólo tengo una aguja roma enhebrada por un hilo invisible, indecentemente imaginario, para devolver la consistencia a mi pensamiento.

Dos orillas y un río. En una de ellas el agua pasa previsible, linealmente sin dejar huella. En la otra, arrastra los lodos de la vida y sedimenta creando vegas fértiles donde el pensamiento se arraiga y florece.

Las dos son necesarias, pero yo tengo claro donde construiré mi casa.

viernes, 25 de febrero de 2011

Almas gemelas

Pusilánime, cuatralbo, cariacontecido, trémulo, estertóreo, furibundo, errabundo -¡cómo no!-, trapisondista, celebérrimo, concupisciente, reverberante, henchido, reloj, saltimbanqui, edulcorado, pizpireta ¡ay!, pingüe, carismático, abisal, veleto, carpetovetónico, bizarro, montaraz, lenguaraz, asaz y todas las palabras que terminan en "az", arrebujado, cetrino, sulfuroso, casquivano, zafarrancho, soliloquio, columbrar, bisbisear, birlibirloque, chisgarabís, mequetrefe, cuchufleta, coscoletas, minflonflos ¡sabor!, zarco, desternillante, óculo, óbito, ríspido ¡esdrújulas al poder!, vecorreydile, pantagruélico, vetusta, valetudinaria, sílfide, adefesio, agelastes ¡yo sí que río!, cancerbero ¡uy, qué miedo! Palabra, verbo ¿Hay alguien ahí?

Amigos extraños

De aquel amigo con el que conversaba apenas recuerdo su rostro y que era ligeramente más alto que yo.

En un momento de la conversación hiló un cuento de su propia invención hecho de palabras breves que en su propia sencillez escondían una belleza extrañamente armónica.

Pensé cuánto envidiaba a aquel amigo por haber sido capaz de crear ese cuento.

Luego desperté y me di cuenta de que aquel cuento no tenía ningún dueño y que flotaba en el abismo de mi subconsciente esperando a ser capturado; quién sabe si algún día lo lograré.

jueves, 27 de enero de 2011

Ahora

Sepultado por el alud del presente.

Desorientado, escarbo y escarbo...

alejándome de la superficie.

miércoles, 19 de enero de 2011

Sueños

En mi vida jamás había recordado mis sueños...

Hoy sin embargo, estabais los tres, cenando en algún lugar familiar que no logré reconocer. Conversábamos tranquilamente de las emociones de estos últimos tiempos, cada uno a su manera, en su terreno, rebosantes de vida, con los proyectos que nos ocupan y que nos convierten en felices conscientes; bah, quizas "felices" ya no sea un buen adjetivo: nos falta ya mucha inocencia para regalarnos ese calificativo. Quizás estusiasmados, quizás con todo nuestro afán en que las cosas salgan bien, quizás conocedores de que lo que nos traemos entre manos sólo puede salir bien ¡en ello nos va la vida! ¡Ay, sí, la vida! Esa cosa abstracta que sólo se vuelve carnosa, verdadera, indudable con las mejores y las peores noticias...

Mi parte como sabéis en este pedazo de presente tiene que ver con mi gran viaje. Tiene que ver con esta bicicleta y esta compañía. Tiene mucho que ver con los recuerdos en los que aparecemos juntos. Al contrario que uno de vosotros yo no "escribo para recordar lo que no he vivido" sino que escribo para recordar todo lo que vivimos, todos nuestros tropiezos, nuestras ternuras y nuestras osadías.

Ahora, en este momento me entero de que a nuestro amigo, que era igual que nosotros, ya sólo le queda el pasado. Me entero de que nadie sabe la causa de la muerte súbita y de que llevaba unos días cansado. Me quedo en silencio, me acuerdo de él y pienso que me gustaría estar allí, con vosotros. Como no es posible, sólo me quedó soñarlo.

Lo mismo nos pasará para siempre con P. Por eso, con la mentalidad de aquél niño de cuatro años, pienso y siento: como no va a ser posible volver a verte, te soñaremos.

lunes, 17 de enero de 2011

T.S. Eliot ya contó hace más de 60 años "cosas" de la época actual

" En la época actual, en que los hombres parecen más inclinados que nunca a confundir sabiduría con conocimiento y conocimiento con información, y a tratar de resolver problemas vitales en términos de ingeniería, está naciendo una nueva especie de provincianismo, que quizá merezca un nombre nuevo. No es un provincianismo espacial sino temporal, un provincianismo cuya historia es la mera crónica de las invenciones humanas que sirvieron en su momento y fueron deshechadas, un provincianismo para el cual el mundo es propiedad exclusivo de los vivos, sin participación alguna de los muertos. El peligro de esta clase de provincianismo es que todos, todos los pueblos de la tierra podemos ser juntos provincianos; y a quienes no se contentan con serlo, sólo les queda convertirse en ermitaños"

Sobre la poesía y los poetas
T.S. Eliot 1944.