miércoles, 27 de junio de 2012

El viaje de la Intrépida

Todo ocurrió en el silencio de la pérgola. Mientras el manso ejército las cajas de cartón dormía; mientras los humanos se despedían de sus iguales con palabras y con miradas, el capitán pingüi se desperezó lentamente y extendió su aleta amable hacia el mascarón de proa de la intrépida:
- Tenemos que hacer algo. Si no nos organizamos corremos el riesgo de caer en el olvido o, lo que es peor ¡en la compasión!
La intrépida levantó el mástil de la guitarra que le hacía las presentaciones con el viento y el agua y lo osciló de arriba a abajo para responder a la pregunta -que ya era reto- con una afirmación. No hacía falta más. El capitan pingüi comenzó a captar tripulantes. Muchos se enrolaron de inmediato conscientes de que la única forma de no perecer es, a veces, marcharse sin decir nada, lanzarse a la aventura empeñando el futuro a una incertidumbre que contemple la posibilidad del éxito, aun a sabiendas de que éste es improbable.
Primero fue el muñeco de vodoo de New Orleans con su pesada mirada de fracaso, luego los pitos de caña y el marco callejero que huyó de un contenedor del mercado de las flores. Un elefante rechoncho y amnésico que ignoraba de dónde venía pensó que aunque no tenía motivo para enrolarse, tampoco lo tenía para no hacerlo y que, en situación de empate técnnico, la aventura siempre debe vencer al miedo. La gorra campera de pana, el cristal griego que vino de manos de una taiwanesa de New York que endulzó con su sonrisa las veladas de los pubs londinenses y el vinilo de pasodobles taurinos interpretado por la "Banda taurina española" no tardaron en sumarse. En esas estaba el capitan pingüi, haciendo recuento de los tripulantes como si fueran las uvas en las ateridas manos de la plaza de sol de aquél 31 de Diciembre, cuando la caja de metal se hizo presente. Pese a su esqueleto de latón, logró reptar hasta la amura de la intrépida sin que ninguna de las cajas de cartón se despertara. Nada más llegar pidió entrevistarse con el capitán:
- Señor pingüi, le ruego que nos admita a bordo. Sé que somos muchos: todo un pueblo ¡una civilización! que adoró la luna llena mes tras mes. Así crecimos y llenamos de riqueza y de vida todo un periodo de fantasio, lo que para él será una era en su existencia. En mi vientre porto recuerdos que son, al mismo tiempo los más dulces y los más salados. Porto el caparazón de un primer día de amor bajo el arrullo del mar alentejano. Porto una estrella de mar venida desde el país de nunca jamás podrá ser. Porto caracolillos y ojos de buey del paso de Collantes y el corazón curtido por la lluvia, el tiempo y la sencillez del valle de Shirikawa-go latiendo al ritmo de la belleza. De Israel llegó el mesticismo y de Chile un puerco sonriente cantando albricias de anillos y corderos en las termas del Catillo. A última hora se nos incorporó una keniata rayada que no logra aliviar su sed por más que bebe. Una sardina de ojos de rubí serpentea por la realidad transformando con sus mágicas branquias lo inverosímil en cierto a través de la palabra. Para terminar, de Las Vegas la redondez de la amistad más verdadera nacida al lánguido calor de la madurez. Todos somos súbditos del sedoso tiempo de la Peña Gastronómico-Republicana "Luna llena". Todos somos devotos de los buenos sentimientos y adoramos el calor tímido del fuego de la inocencia.
- Sois bienvenidos a esta empresa. Serviréis de contrapeso en la marejada. Tan sólo debo haceros una pregunta ¿sois conscientes de que la belleza es el fin último de los actos de las personas y de los recuerdos?
- Si no lo fuéramos, capitán pingüi, nos habríamos extinguido hace mucho tiempo.
- Entonces no hay más que hablar. Seréis la plataforma desde la que salude todo lo bueno que se cruce en nuestro camino. Nos insuflaréis vuestro buen ánimo para que no perdamos nunca la esperanza de lo bello, para que las hogueras de San Juan de los enamorados no dejen de dibujar corazones en el césped achicharrado.
Y así se decidió la partida. Desde el muelle donde germinaron las más excelsas verónicas que fantasio jamás viera, un 28 de Junio de 2012, con la esperanza sideral de que, antes o después, alguien vea atracar a la intrépida y su cargamento de historias en algún puerto lejano a poder ser del sur y americano.