domingo, 30 de octubre de 2011

I.- Votar....botado?

no voy a poder votar.... resulta que aún teniendo la residencia oficial y todos los papeles, tenía que confirmar por correo mi intención de votar, y este proceso me fue transmitido también por carta; mi alergía habitual al correo postal que no viene manuscrito y la lista de cosas pendientes por hacer hizo el resto y hasta hoy, cuando el plazo ha vencido largamente...

Quería votar esta vez y me enfada no poder hacerlo pero en la manía de buscarle sentido a las cosas y significados trascendente tiene lógica. Lo que me echó, me botó, varias veces de mi ciudad sigue allí, no ha cambiado en siglos y participar de esa evolución ciudadana que muchos creemos necesaría es para mi personalmente agotador y poco satisfactorio. Alabando el mérito y aplaudiendo a los que sí lo hacen.

Pero uno no puede negar su origen y leo a diario la prensa nacional y local, ¿con qué sentido? ¿Para qué?. Sigo informándome de la actualidad, intentando comprenderla para encontrale salidas, un proyecto que como digo no es el mío...ahora incluso leo más, entre otras cosas porque los kilómetros evitan que me enfade como antes, al no vivir allí ni sufrir en propio lo que veo en internet. ¿Sin vivir allí la sigo aún sintiendo mi ciudad? Probablemente. Y lo mismo me ocurre aquí, es donde vivo pero como no es mi sitio tampoco me amargan las ocasionales anécdotas desagradables inherentes al vivir.

En realidad yo pienso que uno debería leer la prensa local de donde vive, arrastrar su ciudad consigo y no sucumbir a la atracción de sentirse un extraño a donde vaya. No saltarse el peaje de la realidad...

... o compensa pagar el precio a pesar de todo.

II.- La Ciudad Invisible

Para mí es adictivo este cambiar de sociedades cada temporada, lejos de provocarme inseguridad me parece emocionante, la emoción de lo desconocido tiene mucha potencia y tapa con braniz de novedad la realidad, que esconde las mismas miserias en todos sitos. Te libera además de cierta responsabilidad social que tenemos todos en esa escala local, a medio tamaño entre el vecino de enfrente y la nacionalidad de uno.

Tomaba por tontos, y sin dejar de hacerlo del todo, admiro y envidio ahora a aquellos que se mantuvieron en el lugar,geográfico o emocional.
Ese aficionado del Levante, equipo "pobre" de Valencia, que siempre fue del Levante, cuyo padre era del Levante e iba todo los domingos a ver jugar al Levante, en segunda o en tercera... ¡que estupidez! y a la vez que satisfecho estará estos días, podrá mostrar un (¿estúpido?) orgullo o una alegría para mi vetados.

[Cuando escuchaba aquel programa de Radio3, "La Ciudad Invisible" siempre tuve clara mi respuesta a lo que cada invitado describía como su ciudad ideal (...sin coches, con muchos teatros sin mar o en la montaña...). La mía, mi ciudad ideal es aquella desconocida, la que al llegar a la esquina va a sorpenderme al girar porque nunca he andado por esta calle.]

Me intento justificar pensando que aquellos que no cambiaron de barrio ni de equipo no tuvieron más remedio, y si ahora encuentran la alegría la tienen merecida por los malos tiempos anteriores, y que en cualquier caso serán minoría con respecto a todos los demás que no tuvieron suerte y siguieron años y años apoyando al equipo perdedor...

Ese es de nuevo el punto de vista externo, del observador desapegado y analítico del que olvida que uno puede modificar su realidad además de escaparse cambiando de escenario.

Olvidemos la comparación barata con el fútbol. Tenemos un ejemplo dramático y magnífico. Felicidades a todos los que se quedaron contra el miedo en el Pais Vasco, sobre todo porque pudieron irse y no quisieron.