martes, 27 de abril de 2010

lo que se dice un viaje

Nadie se esperaba el caos aéreo de hace diez días. Inmediatamente después del mortal accidente aéreo de la plana mayor de Polonia, un volcán islandés, Eyjafjalla, mancha los cielos europeos de cenizas y se activan todas las sensibilizadas alarmas.
Tambíen trastocó mis planes pero tengo que reconocer que, salvo desgracias personales, encuentro una particular satisfacción en que sucesos naturales varíen nuestra rígida agenda humana de aniversarios, cumpleaños, vuelos comprados con meses de antelación y cuartos de final de competiciones deportivas. Me alegra que llueva, haya erupciones e incluso terremotos imprevistos (aún). Me hacen sentirme parte de la Naturaleza y no un número de cliente o consumidor.
Por unos días no soy otro ente virtual indistinguible de tantos miles, y tengo que hacer a ras de tierra eso cientos de kilómetros que en condiciones normales (pero reconozcamos que normales en el sentido de “lógicas” no son) habría salvado en una suerte de anónima teletransportación vuelta a repetir de salas de espera. Ninguno de los que no tomamos aquellos vuelos supuso que íbamos a vivir esta odisea atravesando Europa, pero ahora, ya duchados, creo que estaremos contentos con la experiencia.
Conocimos los nombres de las personas que teníamos sentadas al lado, compartimos la comida, nos contamos nuestras vidas, alguno repartió ropa interior , limpia, a aquellos con maletas en los limbos aeroportuarios, cantamos canciones desconocidas a coro e intercambiamos mailes que quién sabe si lo mismo utilizaremos alguna vez. Vamos, lo que se dice un viaje.

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