martes, 10 de abril de 2012

De museos por Londres

¿Y por qué no empezar por el principio? Nínive, fundada por un bisnieto de Noé, el del arca, la del diluvio, el del primer cambio climático...todo suena tan lejano y tan actual... Assurbanipal (año 668 a. C.), tras un año especialmente lluvioso, se digna a cumplir su cometido de rey dando muerte a cientos de leones crecidos en la abundancia ¡Viva el rey! Uno de los leones vómita su sangre de alabastro, otro se resigna a la muerte y un tercero, el más bravo, se alza sobre los cuartos traseros para enzarpar al monarca que, impertérrito, lo sujeta por el cuello con un brazo bíblico y lo somete.



Realmente, ¿cuánto hemos cambiado? De aquéllos reyes sólo subsisten vástagos erráticos de la civilización que todavía visten de luces, usan lanzas y franelas. Los leones por contra ya no tienen cuatro patas y han perdido toda su fuerza, quedándoles sólo la mirada. Los actuales leones, que crecieron en una ilusoria abundancia, viven confinados en el corral físico y moral de los modernos reyes que ni siquiera asoman. Reyes que matan de a poco, ajenos al sufrimiento, encaramados en una tabla rasa de leyes que desahucian y enriquecen a la misma velocidad. Leyes que niegan el color de la vida, que tiznan los párpados pesados, leyes málditamente cotidianas y, por ende, aceptadas.



Los reyes de antes mataban leones, bureles, exponiendo; los reyes de ahora matan jubilados en Grecia desde el salón de su casa, omitiendo la verdad, la miseria...

¿Qué nos queda, querido amigo? Creer en la luz. Creer en el relámpago invertido, pensar que el mundo es claro, cristalino y lo que nos está pasando nomás que un relámpago de oscuridad, retumbando en nuestras pupilas aturdidas; fracasando sin remedio en nuestras retinas pigmentadas.




¡Zambullámonos en esa luz! ¡Reguémosnos con su savia invisible!¡Digámosle palabras dulces para amaestrarla y así lograr que se quede con nosotros! Démosle un lugar, un marco en que encuadrarla hasta que devenga en ventana...ventana amable por la que mirar lo complejo y sólo ver lo sencillamente obvio, natural, esencial...





Hagámoslo todos juntos, abramos todos nuestra ventana para que, de tanta luz que entre, su ceguera sea sólo suya.

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