domingo, 22 de abril de 2012

¿Fútbol es fútbol?

Lo que nos enseña el juego es que no es juego.

A ver si logro explicarme...

Tentado como estoy de hacer una disgresión filósofo-antropológica-política, no encuentro ninguna otra manera de empazar que acudiendo al diccionario de la RAE:

1. Acción de jugar (no se extrujaron los sesos los académicos)
2. Ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde (no se extrujaron los sesos los académicos bis)

Dado que todos hemos jugado al menos una vez en nuestra vida a algo, nos podemos permitir el lujo de intentar indagar en el sentido último del juego. Creo que nadie puede refutar que una de las características del mismo es la inocencia. Afrontamos los retos del juego con la mirada del niño que somos, fuimos o anhelamos volver a ser. De hecho, si en algún momento el juego pierde su función "recreativa", sufre una metamorfosis irreversible y se transforma en otras cosas tales como competición, deporte, arte, sexo, etc...Esta transformación no es mala en sí puesto que en muchas ocasiones nos enriquece y convierte al juego en la antesala de nuevos (grandes) descubrimientos. Ahora bien conviene mantener un gran escrúpulo a la hora de analizar qué o quién dirige esa evolución. Si el "Demiurgo" en cuestión son, por ejemplo, la percepción agudizada o las hormonas, no estaremos saliendo de nuestro propio mundo de sensaciones y conocimiento. Por el contrario, si la transición viene impuesta por una estructura de poder externa, lo que debería ser un descubrimiento se transforma en una imposición. De ser los impulsores del juego, pasamos a ser los siervos del reglamento.

Uno puede viajar al principio de la invención del rugby, cuando algún concienzudo jugador pensó que sería más divertido si el balón no se pudiera pasar hacia adelante. Los jugadores lo probaron y asumieron la nueva norma tras constatar que aumentaba su satisfacción "recreativa". ¿Qué hubiera pasado si en ese momento hubiera aparecido una federación y hubiera revocado dicha norma? ¿qué hubieran pensado los inocentes jugadores de rugby ante tal decisión? Sin entrar en abismos, parece claro que, como mínimo, habrían pensado que algo no iba bien...

Desde su creación, el juego del fútbol se fue convirtiendo en una especie de evento social y político que claramente trascendió las lindes de la diversión. Esa proyección, evidentemente, lo fue alejando de los aficionados y acercando a la órbita del poder. Si Franco decidió que Di Stefano jugara en el Madrid no fue por amor al juego y a la diversión precisamente...Pero, con todo, incluso nosotros, pudimos disfrutar del sinsentido que supuso que Maradona marcara sendos y antagónicos goles y eliminara a Inglaterra. De alguna manera en la irreverencia de ese resultado subsistía la primitiva esencia del juego.

Como con todo, el fútbol ha cambiado con los tiempos. No tengo intención de hacer una lectura nostálgica del pasado; de alguna manera yo también disfruté el partido ayer. Pero sí, por el contrario, me propongo hacer una breve reflexión utilizando el partido como excusa.

Si lo pienso, el paralelismo entre el duelo Madrid-Barça y la sociedad actual es una obscenidad. Para empezar, la liga está formada por 20 equipos pero sólo dos compiten por ganarla. El resto de equipos sobreviven a base de orgullos, localismos, azares y, en contadas ocasiones, buenas gestiones. La liga no sería nada sin estos otros 18 equipos y, sin embargo, son incapaces de ponerse de acuerdo y plantar cara. Tienen miedo, purito miedo de alzar la voz, a pesar de que saben que sin ellos, no habría gloria ni dinero para nadie. Para seguir, hay que señalar a los que dictan las normas (esas normas de las que puerilmente hablaba antes). Siguiendo el dictado de los poderosos rivales, los leguleyos sancionan normas guiándose por el interés de una minoría. El dinero fluye hacia los ricos "tan absurdamente como si los ríos fluyeran del mar a la montaña", los horarios se estipulan según el interés del dinero que, al final, es lo mismo que el interés de los poderosos rivales. Pero con todo, lo peor, es la falsaria realidad que crean entorno a lo que fue el juego. Sirviéndose de los medios (léase No Neymar) se genera una falsa percepción colectiva sobre lo que está pasando. Ello se logra, en primer lugar, con la interesada afirmación de que el fútbol es sólo un juego. En segundo lugar con la sangrante amenaza de que existe un orden preestablecido que no se debe conculcar. Si no gana el que tiene que ganar pasarán grandes desgracias. Aquí entra en juego las polémicas sobre los árbritos, los dedos en el ojo, las remembranzas de pasados conflictos ya sean futbolísticos, ya sean territoriales y la macabra asunción de que es bueno que gane el Madrid para que las aguas revueltas vuelvan a su cauce. Ahora por supuesto, eso sí, cuando el orden vuelve, se recupera el discurso oficial de la deportividad, la caballerosidad y se nos repite hasta la saciedad que el fútbol sólo es un juego.

La posición de los dos grandes clubes, especialmente la del Madrid, respecto al resto de equipos es exactamente la misma que la de las grandes corporaciones financieras respecto al resto de las sociedades: yo dicto las normas, yo decido los límites, si sobrepasas los límites cambio las normas para asfixiarte, mientras tanto engraso la gran maquinaria del miedo: yo soy la única opción, sin mí no sois nada, vuestra supervivencia sólo es posible bajo mi magnánimo manto, para que tú sobrevivas como pobre e indigno, es imprescindible que yo perviva como rico y poderoso en expansión ilimitada. Concentración del poder y dispersión de la igualdad.

El duelo Madrid-Barça es uno de los rostros del capitalismo. Sí, amigos, el capitalismo (podría añadir "financiero") que no es un sistema económico, no; que es el nombre que recibirá una época de la historia de la humanidad caracterizada por el abuso, la desigualdad y la negación de la dignidad de los que no aspiran a ser infinitamente ricos y poderosos. Es el rostro de un poder omnímodo y despiadado y de una servidumbre perfectamente confinada en el redil del miedo congratulándose de que el señor gane y las cosas no vayan a peor.

Es una pena que ayer ganara el Madrid. La victoria del Madrid, de Florentino Pérez, de Ronaldo y de Mourinho es la victoria de un sistema sin futuro, hegemónico, malencarado, muy próximo a la justificación de los medios.

Y es una pena para los que nos gusta el fútbol. Quizás lo único que nos quedaba por pedir al fútbol es que nos devolviera aquella sonrisa infantil que nos fue apareciendo en la boca mientras Maradona driblaba a todos los ingleses incluido el portero y suavemente empujara el balón a los fondos de la red de la antihistoria.

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