Creo no ser un pusilánime temeroso que acata cualquier rumor sobre todos esos peligros que nos acechan; los plásticos, las hormonas, las ondas electromagnéticas replicadas por las antenas de los móviles y demás agentes (por lo demás presentes en nuestro día a día y que de seguro que no traen mucho bueno al organismo). Pero esté me tocó por fundamental.
Me comentaron que el aluminio, o mejor dicho el oxido de aluminio que se produce al calentarlo, a la larga provoca en el organismo problemas neurológicos… a la larga y neurológicos igual a Alzheimer. Cuando se lo digo a E., bioquímica y doctora en genética para más señas, me dice que sí, que eso “se sabe”… ¡¡¡así tan tranquilamente!!! Que por eso se retiraron muchas baterías de cocina de este material….
Bueno, resulta que luego hubo otros estudios que demostraron que no era para tanto y tal…pero con el acero inoxidable no ha habido por ahora discusión. En cualquier caso yo no voy por supuesto a tomar estás decisiones basándome exclusivamente en tal o cual estudio científico, si fuera así ya me habría vuelto loco tomando solo yemas de huevo sin clara, cuatro veces por semana, o 6 o sólo cocida o todo lo contrario intentando evitar la parte mala del colesterol, ya dije que no me tengo por uno de esos tipos.
Pero sí, el alzheimer me da miedo, por cierto como a Aurora en el post anterior, que de eso va la canción aunque yo la tome por otro lado como sucede con la buena poesía. La vejez empieza a dármelo aunque esté lejana. Y uno de sus primeros efectos es la resistencia a los cambios, el apego a objetos y costumbres más allá de lo razonable. Abrazo entonces con voluntad estas evoluciones cuando ya no vienen a cuento, encuentro cierto morbo y satisfacción autoflagelante en cambiar algo fundamental en mi rutina; la cafetera que utilizo dos o tres veces al día, que siempre me ha echo sentir en casa, aún dándome algún quebradero de cabeza y que ya no me va a acompañar a ningún sitio.
El cambio decidido, forzado incluso, me hace creer que aún soy joven, que no he llegado al estado de estancamiento. Por cierto, que ha pesar de lo escrito ha sido E. quién, entre algo de suave culpabilidad y el cariño, adelantándose ha traido la nueva cafetera de inox a casa.
El cambio decidido, forzado incluso, me hace creer que aún soy joven, que no he llegado al estado de estancamiento. Por cierto, que ha pesar de lo escrito ha sido E. quién, entre algo de suave culpabilidad y el cariño, adelantándose ha traido la nueva cafetera de inox a casa.
PD.: Lo siguiente va a ser el libro electrónico… relleeeeeeeeno de Novela Negra. En el siglo XXI nada más que la Poesía y otras contadas excepciones, tal vez muchas pero contadas, merecen el árbol, el papel, el hueco de la estantería, el traslado y el trajín en cada cambio, los envíos por paquetería etc…
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