Antes de todo eso yo era un tipo normal. Había conseguido una plaza de funcionario administrativo que esperaba mejorar por promoción interna aunque no ponía demasiado empeño en ello por pura pereza. Vivía con mi novia en un piso comprado a medias con ayuda de nuestros padres, bueno, comprándose, porque pagaba todos los meses “lo mismo que un alquiler pero al final el piso es nuestro” como a ella le gustaba decir. Nos conocíamos desde los doce años, éramos de la misma ciudad y estábamos juntos desde la adolescencia. A pesar de una cierta presión familiar nunca nos casamos, nos metimos en el piso porque era una oportunidad y de repente esperábamos nuestro primer hijo. Al contarlo resulta sin duda una vida monótona y de transcurso bastante previsible, sin embargo viviéndolo en aquellos momentos nos daba cierto vértigo. La inminente paternidad nos sorprendió a los dos como si fuéramos jóvenes inconscientes que descubren un embarazo después de una aventura veraniega, llevados por la rutina diaria no habíamos pensado en tener hijos, ni en no tenerlos tampoco. El primer impulso de Marga fue de hecho abortar, sin ni siquiera pensarlo o reflexionar sobre nuestra situación; ella tenía veinte y muchos, llevábamos una vida familiar tranquila y más o menos con unas condiciones económicas seguras y si queríamos vernos con sesenta años acompañados por hijos en el mundo había, lógicamente, que empezar entonces.
Afortunadamente los embarazos duran nueve meses, los primeros de ellos los pasamos nosotros angustiados, replanteándonos nuestras vidas, nuestra relación y la responsabilidad que supone tener un hijo. Esos primeros días tuvimos en casa peleas como nunca, crisis de ansiedad y depresiones fugaces. Afortunadamente también la naturaleza dopó de alguna manera a la futura madre, dotándola de un extra de energía y de un sentido subjetivo pero eficaz de lo necesario y lo superfluo, que creo que incluía mi opinión sobre cualquier cosa. De nuevo con el apoyo familiar al pasar de las semanas fuimos volviendo a la tranquilidad.
Sin extraer ninguna conclusión ni resolver ninguno de los reproches que afloraron después del positivo en el cuarto de baño habíamos ya comprado una cuna para bebés acoplable a la cama con dos juegos de ropa, rosa por si era niña y azul por si era niño.
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