viernes, 24 de febrero de 2012

Extraños compañeros

Primer día: Miradas pendientes de todas las miradas. Extraños compañeros de auditorio. Presentaciones en un titubeante inglés.

Segundo día: Prospección de afinidades. Rebuscamos entre los aspectos, entre las sonrisas, entre los pasados compartidos.

Cuarto día: Primera quedada. Baño de cerveza. Notable excitación. Risa fácil. Primeras miradas penetrantes. Llegada a casa con la sensación de ser de nuevo joven.

Quinto día: Salida nocturna. Extraños compañeros de aventura. Sólo los que están solos acuden el primer día de marcha. Acabas con un australiano hipersexual y una escocesa que cuenta su dramática vida como quien si hablara de fútbol en un bar pijo donde todas las mujeres visten como Beyonces.

Séptimo día: Saludos protocolarios. Extraños compañeros de cortesía. En el café de media mañana buscas el calor de tus "nuevos amigos". Se empiezan a formar grupos, generalmente a partir de las distintas nacionalidades.

Décimo día: La rutina empieza a pedir la palabra. De repente, sin quererlo, uno de tus primeros amigos comienza a distanciarse, rehuye la conversación...extraños compañeros de curso. Simultáneamente uno de los desconocidos, con quien no habías hablado antes, se dirige a tí y te demuestra que parece muy simpático. Te presenta a sus "amigos" que, por regla general, no son tan simpáticos; cada grupo empieza a tener sus reglas y sus inercias.

Decimocuarto día: Cada uno tiene un lugar más o menos fijo en el auditorio y unos compañeros de pupitre casi fijos. Extraños compañeros de fidelidades. En la primera fila se sienta R que es de Kaschemir y tiene una hija de seis años. Se sienta ahí porque le cuesta entender el inglés. En la segunda fila, la barra de cincuentones resabiados tipo "ya-lo-sé-todo-de-la-vida-pero-quiero-seguir-aprendiendo". Son los que preguntan siempre, incluso cuando no tienen nada que preguntar. En medio una miriada de razas y edades que suele sonreir a cualquiera; podríamos decir que son los "normales": M de New Brunswick, J de Dinamarca, E y A de Nueva York, G de Yorkshire, S de Australia y un largo etcetera, pues son la mayoría. En la penúltima fila, invariablemente, los nativos que a veces son simpáticos y a veces asimpáticos...un misterio para mí, una gran tranquilidad para ellos. En la última fila, por un lado están los hombres buenos, ya un poco de vuelta de la testosterona que quedan para ir al gimnasio y cenar con sus familias: P de Alemania, R de Colorado, B de Denver. Finalmente, al fondo a la izquierda un grupo de mujeres que parecían amigas de toda la vida desde el primer minuto del curso: B de Etiopía, A de Boston, J de Perú y S de London pero más india que la rueca.

Vigésimotercer día: Empiezan las prisas, primeros agobios, demasiado endebles como para privar a nadie de unas pintas. Penúltimas celebraciones masivas. Momento propicio en teoría para las declaraciones de amor maduro , aunque parece que todos estamos en lo nuestro. Extraños compañeros de principios.

Trigésimosegundo día: Definitivamente hay tres tipos de personas: los que saben perfectamente lo que quieren (y consecuentemente asustan un poco) como L de Portugal y con más curriculum a sus 26 años del que jamás vaya yo a tener, M de Australia con un aire de surfera eterna y prepotente, E de Nueva Zelanda que una vez intento ser simpática y se hizo un esguince de mandíbula, P de Sudáfrica disfrazado de no-camaleón; los que no tienen ni idea de lo que quieren, como todos los autóctonos incluida la que llegó al polo norte, S de Haití que no sé por qué me contó que tenía una amante y K de Japón que no para de sonreir sin mucha dirección; finalmente el grupo, entre los que me incluyo, de los que hay días que pertenecemos a los primeros y días que a los segundos, pero que tenemos claro que hay que pasarlo bien como A sueco de Finlandia, N de Suiza, A de London y unos cuantos más.

Trigésimonoveno día: Alguna gente empieza a opinar sobre otra gente. Peligro, peligro. El temario se agolpa frente a nuestras horas que debieron ser de estudio. Carreras hacia la biblioteca para estudiar o hacer que se estudia. Ya hay cierta confianza con algunas personales a las que puedes decirles que estás aburrido o melancólico, por ejemplo. Extraños compañeros de sentimientos.

Cuadragésimo sexto:...

...este es el grupo, mi grupo, tan distinto y tan parecido a los grupos de otros años que da miedo y que como si fuera una gran criatura, se despertó un día, se desperezó, se relamió las escamas para que relucieran, empezó a caminar con un paso dubitativo hasta que cada cual encontró su ubicación y la mecánica se engrasó, cogió carrerilla, alcanzará la meta y se echará a dormir para siempre guardando en su recuerdo como un regalo la amistad de dos o tres personas que serán distintas para cada uno de nosotros y que serán unos extraños compañeros de todo para todos los demás.

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