Como las buenas , están sobrevaloradas. Supongo que siempre habrá existido ese impulso personal de quitarse responsabilidades de encima. Mucho de eso hay en reconocer una mala decisión anterior;”....como elegí mal, qué puedo hacer ya...” .
En las películas y en la literatura se recurre quizás demasiado a ese tópico, ese determinismo que simplifica los relatos y que hace fácil el extraer una clara moraleja. En la vida de la mayoría de la gente con posibilidades de elección, que son minoría sobre el planeta, no creo que las decisiones en general sean determinantes.
Primero tenemos esa tendencia a reducir las posibilidades a unas determinadas, tendencia al "cruce de caminos" podríamos llamarlo. El simple hecho de poder decidir ofrece "per se" una libertad muchísimo más amplia que la de elección entre dos o tres opciones cerradas, a pesar de que al desconocido poder oscuro que todo lo quiere controlar (y sin embargo real, palpable) le interese presentarnos la realidad como un camino cerrado. ¿Qué coche elegir? este o aquel 5000 euros más caro.... Reflexionar y analizar de una manera analítica sobre estos parámetros ya presentados es una forma de engaño aún más refinada, que nos lleva a llamar inteligentes a los verdaderamente más tontos, a pesar de que sean evidentes sus conocimientos y capacidades.
En el ejemplo del coche la pregunta se ve frecuentemente reducida a “qué coche nuevo comprarme” dejando de lado el inmenso abanico que existe fuera; segunda mano, alquiler , compartir vehículo, utilizar taxi, moto, bicicleta o transporte público que satisfaría a gran parte de los demandantes. A algo parecido, aunque no exactamente llamaba J.A.Marina “el marco” de la decisión y daba en uno de sus libros muy significativos ejemplos de como una decisión que parece cabal puede difuminarse a estúpida si ampliamos un poco la perspectiva.
En segundo lugar se refuerza así, dando trascendencia excesiva a las decisiones, la infantilización del individuo, su dejación de responsabilidad, comodidad e implícitamente la facilidad para manejarlo al negar la capacidad que la persona tiene de variar su entorno, para bien o para mal, con su actitud, trabajo o esfuerzo. Una mala empresa puede convertirse en buena si desde tu puesto de trabajo trabajas para ello, o un matrimonio incluso, indudablemente mejorará con cariño y esfuerzo. Esta acción del individuo resulta más capaz al final que el perjuicio que supone una posible elección “equivocada”. Me viene está idea a menudo al pensar en los políticos cuando falsamente dicen después de ganar unas elecciones que “ahora es el momento de empezar a trabajar”, que pena que suene tan vacío y ninguno crea lo que dice, ni se acuerde de por qué lo hace, cuando es la pura realidad. El éxito o fracaso empieza a formarse justo después de decidir, cuando ya no hay dudas, solo la obligación de ponerse en marcha. Por eso lo peor de todo es el standby, el retrasar una decisión escondiéndose en su análisis o valoración, se te puede pasar la vida así cuando la vida de verdad empieza justo detrás de esa cortina de humo del ¿qué puedo hacer?. ¿Puedes hacer? HAZ!!!!!
Particularmente irritante me resulta que se encumbre ahora como inteligentes a los que solo escogen entre las mejores opciones, como si fueran un software de comparación, encuentran el billete de avión o la compañía telefónica más barata y presumen de sabiduría cuando lo único que han hecho es pagar menos dinero perdiendo más tiempo. La inteligencia, si se puede definir, es seguro otra cosa.
Brilliant! Como siga usted así me voy a hacer seguidor del blog. No olvide la idea pendiente ¡es fantástica!
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