Ando por mi ciudad con el cuidado del estómago de resaca, que sabe que ha de comer, pero suave...y mejor comer poco que pasarse. Voy como desnudo a las inclemecias del tiempo y a la incomodidad del comentario ajeno; todos pueden opinar sobre ti, nadie te habla sin embargo. Únicamente se oyen los cuchicheos a tu paso...y yo desnudo no puedo evitar agachar las vista para como un niño creer que no me ven aquellos a los que no miro...pero cuchichean.... Camino descalzo, sobre un suelo agreste de manera que mido los pasos y solo doy los estrictamente necesarios, por supuesto por el camino más corto.
Esta, mi ciudad, es el lugar del mundo donde no voy si no es obligatorio donde no me aventuro porque el camino es tan riesgoso que el destino intramuros nunca va a compensarlo. Asumo que me pierdo maravillas porque el coste de llegar hasta ellas atravesando capas de esta ciudad mía sería para mi demasiado alto, fuera cual fuera el destino: podría romper lo mucho o poco que me queda de yo mismo.
Decir que paseo por mi ciudad solo, desnudo, descalzo, resacoso y como quemado por el sol con la piel hipersensible, es sólo exagerado. Pero no es falso.
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